Gonzalo Herrera a Roberto Vargas, 13 de enero, 2018
Publicada en Revista Iniciatva Laicista, 13 de enero, 2018
Roberto Vargas Muñoz es doctor en filosofía, director de Fundación Crea, un centro de reflexión para la elaboración de un nuevo proyecto político-social y actualmente académico en la Universidad Alberto Hurtado y en la Universidad Central. Hizo estudios de “Análisis Crítico de la Economía” en la Universidad Complutense de Madrid, en cuya facultad de Ciencias Políticas realizan postgrados los principales líderes de izquierda, tanto de Europa como de América Latina. De hecho, la Complutense ha sido un semillero para los más destacados dirigentes de Podemos y es en sus aulas donde se fueron desarrollando las líneas directrices de su pensamiento.
La tesis doctoral del profesor Vargas, titulada La noción de ciencia en Marx: crítica, dialéctica y valor, explora el concepto de ciencia del filósofo y revolucionario alemán, a la luz de la discusión política actual y de la teoría crítica. Obtuvo nota máxima. Dirigente de Nueva Democracia, uno de los movimientos que integran el Frente Amplio, nos entregó su visión respecto al afianzamiento de la coalición como fuerza alternativa en la construcción de un nuevo proyecto de izquierda en el país. Aboga para que el conglomerado levante una firme oposición al actual Estado subsidiario, girando hacia un Estado de responsabilidad social, con una mayor participación ciudadana para alcanzar una democracia más representativa y el enfoque de la economía hacia un modelo de desarrollo sustentable, eficaz también para las transformaciones económico sociales que la mayoría del país demanda.
¿Cuál es tu interpretación del categórico triunfo obtenido por Sebastián Piñera en la elección presidencial? ¿Obedece a un crecimiento ideológico de la visión de sociedad y de los valores culturales de la derecha en nuestra ciudadanía? ¿Hay una nueva racionalidad en los sectores medios, más instrumental y utilitaria, que prioriza sus intereses personales acorde a la visión liberal más que al tradicional discurso de la centroizquierda sobre protección social y derechos sociales?
La premisa inicial es que nadie sabe al día de hoy, exactamente, qué pasó el 17de diciembre. Un no-saber que a muchos fustiga y angustia. En gran parte no sabemos porque los datos por mesa aún no están disponibles, y por tanto, al día de hoy todas son lecturas interpretativas. No obstante, al menos para la izquierda, ese no-saber debería ser una oportunidad para interrogarnos sobre lo que está ocurriendo con nuestra ciudadanía, sentir su pulso y las pasiones que la movilizan.
Ahora bien, existen cuestiones objetivas que explican el triunfo de Piñera, considerando en primer lugar que era esperable su victoria, pues siempre se mantuvo por encima del resto de sus contrincantes en las encuestas. Piñera sembró con éxito la campaña del terror, una estratégica acción desplegada postprimera vuelta que permitió el incremento de su votación con resultados inesperados. Si la perversa construcción de realidad política tuvo como protagonista a las encuestas en primera vuelta, la segunda estuvo marcada por el terrorismo comunicacional; la derecha política de republicana no tiene nada, y con esto ha demostrado que el respeto por la institucionalidad es relativo respecto de si van ganando o perdiendo. Otra de las razones que explican el resultado de Piñera, consenso entre analistas, fue su astucia para incorporar los tres liderazgos representativos de la derecha que dejó la primaria y la primera vuelta, a saber, José Antonio Kast, Ossandon y Felipe Kast, es decir, la derecha pinochetista conservadora, la derecha social y la derecha liberal, respectivamente. Pero no fue suficiente, Piñera fue más allá y asumió como propia la política de los acuerdos dando evidentes definiciones de continuar con un proceso de reformas estructurales pero bajo la supuesta lógica del diálogo y no bajo la forma de la retroexcavadora, la mención a Aylwin es un ejemplo concreto de esta táctica.
El fenómeno de la segunda vuelta también se explica a partir de lo que con vehemencia ha argumentado Andrés Cabrera, analista político de Crea, cuando refiere al agotamiento que a nivel internacional padece la socialdemocracia. Junto a ello, la tendencia a la fragmentación de las coaliciones o partidos hegemónicos, la emergencia (por “izquierda o derecha”) de challenger parties [partidos desafiantes] y la polarización del escenario, genera un intenso reordenamiento del sistema de partidos. Todo eso acompañado de la incapacidad del comando de Alejandro Guillier para convocar al Frente Amplio con un programa de transformaciones profundas.
Considerando lo anterior, no parece evidente que haya crecido una visión derechista, ni mucho menos nos encontramos ante un giro cultural de derecha como algunos aceleradamente lo han conceptualizado. Si observamos la votación entre primera y segunda vuelta existe un voto cruzado, lo mismo ocurrió en primera vuelta, combinado con una pésima campaña de la centro izquierda transicional y con una acertada estrategia de la derecha, pero que no asegura cohesión absoluta para el futuro. En un mundo moderno sin certezas, el voto es también representativo de lo que no se quiere. Puede entenderse como un voto de castigo, y el hoy castigado, y ahora enterrado proyecto, es la Nueva Mayoría, el gran perdedor. Sin embargo esto no implica que el discurso sobre protección social y derechos sociales haya perdido significancia en la ciudadanía, no debemos olvidar que los resultados de la primera vuelta demuestran que el proceso reformista es concebido como necesario por la sociedad chilena, pero no bajo la conducción novomayorista.
El discurso que se impuso a partir del mismo domingo 17, en los canales de TV y en la prensa escrita, plagado de mensajes y símbolos para el ciudadano medio, como el alza en la Bolsa (el Diario Financiero la calificó de “furiosa”) o los 20 mil millones de dólares de capitalización obtenido por las compañías chilenas después del triunfo de Piñera, producen la imagen de un país empapado con la idea de que lo natural en el mundo moderno es el libre mercado, y que no existe ningún otro modelo que pueda reemplazarlo con eficiencia para el desarrollo de las sociedades. Esta percepción es violentamente contradictoria con la imagen que guardamos del despertar de los movimientos sociales en 2011, el surgimiento de un amplio abanico de demandas por transformaciones estructurales de parte de los estudiantes, pobladores y pescadores artesanales, ambientalistas, minorías sexuales, defensores de los derechos de los pueblos originarios. ¿Subsisten estas dos “almas” en la sociedad chilena, o la alta votación del ahora presidente electo se explica también por electores que votaron por alternativas de izquierda —no Fuerza de Mayoría— en primera vuelta, e incluso de electores que se habían ilusionado con las “reformas de fondo” prometidas por Michelle Bachelet hace cuatro años y que ahora, desilusionados y molestos con los partidos de la Nueva Mayoría y con las vacilaciones del mismo gobierno, decidieron cruzar a la vereda de enfrente?
Al día de hoy, la crisis política expresada en la incapacidad del Estado para procesar el conflicto social, sigue viva. Y por el momento no parece tener una solución. La política en crisis ha profundizado la desafección expresada en la evidencia que la gente quiere cambios profundos pero no ve en la política una posibilidad real, confiable y viable para conducir aquellas transformaciones. Es lo que Carlos Ruiz ha denominado el divorcio entre política y sociedad. La política no entrega certezas. Precisamente, aquel lugar donde debiese procesarse el conflicto social en el mundo moderno, no cumple su función.
Me parece que las demandas reconocidas del 2011 son parte importante del programa del Frente Amplio, y la ciudanía así mismo lo reconoció en la primera vuelta. Y por otro lado, los poderes económicos que han forjado el país a su orden y semejanza, perviven con el mismo control estructural y con menos control superestructural, hoy en abierta disputa, por explicarlo en términos clásicos. Esas dos almas perviven y se cruzan con la pasada elección, y el voto cruzado que recién comentábamos. A pesar que los números de la segunda vuelta favorecen a Piñera estamos frente a un gobierno de minorías mayoritarias que llegan al poder con solo un cuarto del padrón electoral. Esto sumado a que es muy probable que Piñera encuentre en las calles una alta reprobación nos lleva a pensar que esta elección más nos muestra las contradicciones que perviven en la sociedad chilena que una conformidad con el libre mercado.
¿Fue incidente en el resultado del balotaje la “presión” ejercida por el Frente Amplio a Guillier para que asumiera cambios más profundos en su propuesta al país? Esa “clase media”, que fue a la que más halagó Piñera en su discurso, ¿demostró temor a la hora de votar ante el riesgo que implica avanzar en cambios estructurales, “refundacionalistas”, temor a la irritación del gran empresariado y a que se mantuviera frenada la economía?
No fue incidente la presión frenteamplista. El comando de Alejandro Guillier buscó, a partir del antipiñerismo, integrar la votación de la tercera fuerza política pero lo cierto es que el Frente Amplio no es dueño de sus votos ni tampoco su votación en primera vuelta fue 100% ideológica. El comando de Guillier tuvo en su campaña la posibilidad de convocar a nuevas mayorías pero las propias contradicciones de una coalición que venía en caída libre fueron las principales causantes de la aplastante derrota, a saber, la ambigüedad política, el conservadurismo en materia económica, es decir, la incapacidad para conectar con las aspiraciones ciudadanas. Me parece que lo interesante que nos deja la derrota de la Nueva Mayoría es el fin de una época expresada en el poder fáctico del partido del orden. Piñera con pragmatismo y cierre de filas en su vereda política logró moverse al centro y con ello conectar y sumar votación.
¿Qué sectores emergentes de la derecha, desprendidos del tronco tradicional UDI-RN, podrían tener más influencia en una primera etapa del nuevo gobierno? ¿La derecha populista de Ossandón, la derecha de clase químicamente pura, sobreideologizada, pinochetista y confesional de José Kast, o la derecha liberal promercado y con sesgo social, de Evópoli?
Ante el debilitamiento de la UDI y el peso de RN y de la derecha liberal bien posicionada a través de Evópoli, Felipe Kast queda en mejores condiciones frente a José Antonio Kast y Ossandon, puesto que no tienen presencia en el parlamento y, por tanto buscarán conformar movimientos y eventualmente partidos políticos. Sin embargo, vamos a encontrar tensiones en la nueva coalición oficialista, Evópoli va apostar por una agenda liberal que aumente libertades individuales, en materia sexual, reproductiva y de género, línea contraria a la decisión adoptada por Chile Vamos y Sebastián Piñera, de no respaldar el actual proyecto del gobierno.
José Kast dedicó mucho tiempo en sus giras como candidato a dialogar con el mundo evangélico. Incluso cerró su campaña con un acto religioso oficiado por un obispo protestante. Su mensaje religioso-político (“a Chile le hace falta Dios”), su intención de que “todos los colegios públicos tengan al menos un profesor de religión de manera estable”, su propósito de derogar la ley de despenalización del aborto, así como su aliento a la formación de partidos políticos con denominaciones religiosas, van en sentido totalmente contrario a la tendencia en las democracias occidentales de avanzar hacia sociedades más secularizadas, de instituciones religiosas alejadas del quehacer político, por la simple razón que el Estado debe ser la res pública, la cosa del pueblo, del laos, sin distinciones entre creencias o entre creyentes y no creyentes. ¿Crees tú que siendo ahora parte del gobierno, Kast pueda tratar de imponer una corriente religiosa fundamentalista que dé tratamiento a las leyes desde la óptica de códigos morales determinados por las iglesias, por sobre la soberanía popular?
Sin duda, José Antonio Kast construyó una base electoral para construir su propio movimiento político, conservador, pinochetista y fundamentalista. Ahora bien, en principio es poco probable una incidencia y presión relevante en el futuro gobierno de Piñera.
Respecto a tu pregunta, yo creo que el Frente Amplio de a poco ha ido incluyendo estas temáticas relevantes. No solo por la bancada feminista, sino también por los principios que organizan a las distintas fuerzas políticas al interior del Frente Amplio. La secularización del Estado es parte del proceso de modernización que, si bien se incorporó con el capitalismo, permitió también separar poderes. Eso es en el fondo un avance para la sociedad moderna. La vuelta de estos fundamentalismos religiosos constituye, en el fondo, un conservadurismo a nivel cultural, a nivel ideológico, que priva de las verdaderas libertades al individuo en la sociedad moderna. Es sumamente contradictorio y paradojal. Me parece a mí que esa posición hoy día sigue imperando en las principales familias y en algunos sectores de élite que, en determinados aspectos son verdaderamente liberales, como en el aspecto económico, pero en otros son profundamente conservadores, a nivel cultural. Y evidentemente no quieren que estas masas empobrecidas, populares, que ya están incorporándose al proceso de modernización, incorporen ese liberalismo. Entonces la libertad es sumamente limitada y fraccionada. Me parece que nosotros estamos apostando por una verdadera libertad.
De allí la entrada de derechos sociales, cómo la agenda central de primer orden va a ser tratada. Lo que proyecto, esto que se viene en el gobierno de Piñera en las próximas semanas, es una discusión respecto a cuáles van a ser los primeros puntos que va a tener la agenda. En algún momento nosotros pensábamos que la agenda valórica conservadora iba a ser una de las principales puntas de lanzas, porque en el primer año de gobierno es cuando se puede instalar más fuerte. Pero probablemente va a salir un contrapeso, como Felipe Kast, que va a tensionar también las políticas de José Antonio Kast. Ahora lo más preocupante es lo que se vaya a derivar de este nicho electoral que dejó la primera vuelta con José Antonio Kast. Esta derecha pinochetista, conservadora, que está empezando a encontrar un lugar, un pequeño espacio en la política. Esto tiene que ver con la polarización hacia la cual está siendo llevada la sociedad actual, no solamente la chilena, que en el fondo procura tensionar y diluir el centro, que ha sido el más tenue en cuestiones valóricas.
Ustedes han introducido con fuerza en el debate el concepto del “sentido común ciudadano”. ¿Cuánto se aproxima este a la concepción gramsciana de “filosofía de los no filósofos”? Este sentido común en el mundo actual ¿ha reemplazado la conciencia de clase propia de las sociedades rígidamente estratificadas como las conocimos en el siglo XX?
“La batalla por la hegemonía se volvió nuevamente decisiva” escribía García Linera en un texto para Le Monde Diplomatique, y es que efectivamente, disputar hegemonía es decir, la dirección intelectual, moral y cultural, en nuestro caso, romper con el consenso neoliberal expresado en el Estado subsidiario, la democracia semisoberana y el modelo de desarrollo forma parte de aquella «ruptura simbólica» (también en palabras de Linera) a la que apuesta y está llamada el Frente Amplio, que disputa el sentido común y que encuentra en la política aquel lugar para el debate de los proyectos en cuestión. No obstante, ambas nociones, sentido común y conciencia de clase, encuentran sin duda, puntos problemáticos si no se consideran aspectos constituyentes de la modernización capitalista neoliberal cuando hablamos del sujeto. La corriente «crítica del valor», me parece, hace un acertado análisis cuando caracteriza el perfil del ciudadano moderno como un sujeto condicionado en su expresión social en un capital humano hiper competitivo que tiene que lidiar con el otro como un extraño y, que vive atormentado por la deuda inagotable. De ahí que hablar de falsa conciencia, y de su anverso, verdadera conciencia, como acostumbraban los marxistas tradicionales es más bien un límite para comprender los fenómenos sociales de dominación más que un aporte. El «valor», que es más que una mera categoría económica, puesto que tiene una expresión social, política, cultural e ideológica, funciona como un a priori pero de carácter social en el mundo moderno. Disputarlo no es tanto disputar la conciencia misma y sus creencias, sino que la realidad misma. He ahí el desafío.
Tú eres parte de una élite de jóvenes que han abordado su compromiso político con la convicción de adquirir en primer término una sólida formación en el arte de gobernar, en la teoría política y en la teoría económica. Esto es bastante inédito, si consideramos la habitual pobreza del debate político chileno. Tal vez la única similitud se registre en los chicago boys, los jóvenes economistas de la Universidad Católica que en los años 50 y 60 fueron a perfeccionarse a Chicago, con Friedman y Harberger como mentores principales, con el decidido propósito de “cambiar el país” aplicando las políticas neoliberales para una nueva concepción de desarrollo. La historia ya es conocida, en particular el despeje de cancha que les proporcionó la dictadura para imponer el nuevo rol del mercado sin posibilidad de que se expresara una oposición política y social. ¿Existe ahora en la generación de izquierda que tú representas una concepción integrada de país, un proyecto político con una economía no neoliberal? ¿Se están preparando para gobernar?
El Frente Amplio produjo un espacio nuevo en la política y que estará constantemente en disputa; su diversidad política e ideológica lo confirman. Algunos analistas han intentado ordenar en dos bloques esta heterogeneidad interna. Por un lado, una izquierda anticapitalista con proyecto político institucional, donde estarían Nueva Democracia, Movimiento Autonomista, Izquierda Autónoma, Partido Igualdad, Izquierda Libertaria, Movimiento Democrático Popular, SOL y por otro lado, una apuesta socialdemócrata, liderada por Revolución Democrática, Partido Humanista, Movimiento Democrático Progresista, Poder Ciudadano, Partido Ecologista Verde y el Partido Liberal. Tal vez esta cartografía no sea completamente correcta, ni la más adecuada, no obstante, si bien es probable que no encontremos un acuerdo respecto al relato del fracaso del mito de la modernización capitalista, al menos yo esperaría por parte de ambas perspectivas una crítica tanto del socialismo tradicional como las ideas de regulación neokeynesianas, respectivamente. Es decir, una crítica tanto del socialismo centrado en la propiedad estatal como una crítica a los nuevos keynesianos que siguen interpretando al ser humano como un individuo maximizador del cual se derivan comportamientos de supuestas expectativas racionales, como ha planteado Rolando Astarita. Espero que el Frente Amplio avance en tres perspectivas, y creo que para eso nos estamos preparando: cambiar el Estado subsidiario por uno de carácter y responsabilidad social, pasar de una democracia semisoberana a una democracia representativa y participativa, y finalmente, avanzar hacia un modelo de desarrollo sustentable y capaz de sortear las transformaciones económicas que lleva consigo la tercera revolución industrial.
Cuando tú hablas de un Estado de responsabilidad social, lo cual supone un cambio cultural importante no sólo en la sociedad civil, en la élite, incluso en los que tienen el poder económico, ¿Concibes tú que sea posible este cambio en el sector que tiene el control de la economía, en Chile y América Latina, que esté dispuesto a cambiar de paradigma, de no seguir el objetivo inmediatista de maximizar las utilidades, sino de entender que hay rentabilidades más amplias, rentabilidades sociales, que a la larga van a redituar también, y que además tienen ese componente de solidaridad para con sectores más amplios. ¿Consideras tú que eso es posible?
Sí. Sobre la primera parte de la pregunta, yo creo que aún nos falta en la izquierda hacer una autocrítica respecto a lo que fue el socialismo en el siglo XX y lo que ha sido el socialismo en el siglo XXI. A mi modo de ver, no se ha integrado completamente la crítica a los procesos socialistas del siglo XX. Comparto la tesis de algunos autores, fundamentalmente alemanes, italianos y franceses, que están con la corriente crítica del valor, que consideran que el fracaso del socialismo real, no solo es el fracaso de la izquierda, sino que es el fracaso de la propia modernización capitalista. En tiempos en que Fukuyama amenazaba que estábamos ante el fin de la historia, y que, por lo tanto, entrábamos a la verdadera libertad del mercado, con los gobiernos neoliberales a la cabeza, nos encontrábamos también con la propia crisis de la alternativa a un modelo como ese. Creo que, lamentablemente, el modelo político, económico y cultural hegemónico, nos lleva a pensar que hoy día la modernización capitalista solo puede ser liderada por la derecha, o por la izquierda siempre que mantenga la cancha de la modernización capitalista. Parece que la izquierda no ha sido capaz de poner en cuestión el escenario mismo. En ese sentido hace falta una crítica radical a la ley moderna, la que Marx llamaba la “ley del valor”. Mientras no se haga una autocrítica de ese estilo, vamos a seguir confundiendo, por ejemplo, el lugar donde estamos en un proceso de modernización capitalista. Y ahora voy a intentar responder la pregunta. El Estado que se lleva en el siglo XX es un Estado de propiedad zonal. Nunca comprendió la necesidad de avanzar a una propiedad social. Hoy día nos vemos enfrentados a propuestas del socialismo del siglo XXI, como la venezolana, por ejemplo, que, según sus propios cientistas y analistas políticos, puede ser considerada más bien como un Estado de bienestar. Es decir, el máximo avance del socialismo en el siglo XXI, en el caso venezolano, puede ser comparado a las políticas estatales de la tercera década del siglo XX. Avanzar hacia un proceso de distribución social, pareciera ser que, en su máximo esplendor, solo puede ser keynisianismo o neokeynisianismo. Creo que eso es profundamente errático. En el caso de las propuestas que pueden ir presentándose en el caso nacional y con lo que puede aportar hoy día el Frente Amplio, avanzar de un Estado de carácter subsidiario a uno de carácter social, significa, directamente, enfrentar a poderes económicos y poderes políticos que traspasan las localidades nacionales. En ese sentido, afectan al capital global. Eso va a significar, por un lado, no solo convencer a la social democracia de que es mejor una sociedad que regule la distribución, sino que, además, convencer a una sociedad que hoy día está completamente neoliberalizada de que es posible que la ciudadanía no sea consumidora en su máxima expresión. Porque hoy día ser ciudadano es ser consumidor. Y la integración social que nosotros conocemos es la integración que da el Estado. Para superar esta forma de integración hay que colocar en el centro otro tipo de valores, como por ejemplo, la comunidad o el comunitarismo, que ha sido muy criticado en el siglo XX, y es cierto, tiene bastantes errores. Pero que en el fondo coloca la posibilidad de integración en la articulación y no en el consumo. Creo que esa cuestión está, por lo tanto, en disputar, como tú me preguntabas anteriormente, el sentido común, pero además de estar el sentido común, desarrollar y desplegar producción de subjetividad. Es decir, la capacidad de instalar en un proceso de oposición, los valores que nosotros esperamos proyectar cuando seamos gobierno. Más que tener la posibilidad de negociar con el poder fáctico, ver la posibilidad de reencantar a la ciudadanía. No esperamos que solo sea crítica, sino que vea más allá del mercado la posibilidad de la articulación.
¿Y tú crees que eso basta como para que un empresariado que tan drásticamente se opuso a las moderadas reformas ofrecidas por Bachelet, que reaccionó absolutamente con todo, logrando ralentizar la economía, entonces, cómo se les convence, cómo se logra eso?
También hay que agregar, a lo que argumentábamos en la pregunta anterior, que hay que pensar más allá de la dicotomía Estado y Mercado. Me parece que los derechistas más rabiosos y los izquierdistas más rabiosos piensan en esa dicotomía. En ese sentido, me parece que hoy día el empresariado hizo el mismo giro que Piñera, desde la derecha hacia el centro en la segunda vuelta. Significa que están, de alguna forma, obligados a escuchar a la ciudadanía que hoy día está reclamando reformas profundas. Creo que es un error pensar que hay un giro cultural de derecha. No lo hay. De hecho, si no, no se hubiera visto obligado Piñera a hacer ese movimiento. Entonces, el empresariado va a estar obligado hoy día a moverse, por lo menos, bajo lógicas de economía social de mercado, como cualquier país “desarrollado”. Entonces, yo creo que hay una presión social que va a obligar a la economía neoliberal a tener límites. Pero eso va a depender mucho de la capacidad que tengamos las fuerzas políticas de cambiar, principalmente, la Constitución.
En tu calidad de profesor ¿Cómo ves tú la forma como fueron despojando al pueblo chileno de una educación integral, quitando primero la asignatura de filosofía y luego, en términos generales, quitándole su orientación humanista, para darle al individuo este sesgo de adiestramiento que le permita ser rentable en el ámbito de la producción?
Es verdaderamente lamentable, porque la proyección para economías como las chilenas, muestra que es cada vez más probable de que menos personas puedan integrarse al trabajo de manera asegurada. Lo que vamos a encontrar, si seguimos como ahora nos encontramos, es mayor flexibilidad, mayor precarización, mayor anomia. Entonces, lo que estamos viendo es que las universidades están intentando formar para un saber técnico, más que para un saber crítico. Pero, paradójicamente, este saber técnico no va a ser necesariamente integrado. La movilización capitalista nace, porque el trabajo abstracto permite la integración de la sociedad. Pero hoy día estamos en un momento en que la crisis del capital no permite la integración de la comunidad por medio del trabajo abstracto. Entonces lo que vamos a encontrar son mayores contingentes de reserva, porque va a haber más tecnología para el desarrollo de la industria y de la economía. Vamos a tener entonces una ciudadanía empobrecida, que va a terminar demandando más cuestión social. Ahora bien, me ha tocado a mí ver, porque trabajo en distintas facultades de ciencias sociales, que hay carreras que están centradas principalmente en el sujeto, que hoy día también se están tecnificando. Es el caso de psicología, sociología, trabajo social. Y eso es un problema realmente grave, porque son carreras que en nombre de los múltiples saberes, tienen que trabajar con otros. Y si el otro no está caracterizado en su máxima expresión, en el fondo se objetualizan, son un número. Y ante ese número tenemos que dar respuestas técnicas también. El pensamiento crítico no solamente es un pensamiento anticapitalista, que cuestiona la anomia social. Más bien propone una unidad de articulación social. Y allí yo creo que estamos al debe, a nivel nacional. Por ejemplo, en Filosofía, a mí me parece que en las universidades la filosofía sigue siendo sumamente conservadora. No se ha puesto a la altura de la discusión, por ejemplo, sobre el debate en torno a lo público y lo privado. Por ejemplo, ahora, lo que pasa en los colegios es verdaderamente lamentable, porque precisamente donde es posible dar una discusión profunda, es en la sala de clases, donde se pongan en cuestión las categorías por las cuales se organiza la sociedad capitalista neoliberal, eso es filosofía. Al poner el cuestionamiento en la subjetividad en la construcción del sujeto, el carácter del Estado, es filosofía. Hoy día lo que piensa el ciudadano es la filosofía. Entonces, si es que no estamos pensando críticamente qué es ser ciudadano, en el fondo estamos aceptando una fetichización de qué es ser ciudadano. Y a eso nos acostumbramos. Salimos del colegio y entramos a la sociedad, por decirlo de alguna forma, y creemos que somos ciudadanos porque podemos ir a la nueva plaza pública que es el mall. Podemos consumir. Soy ciudadano porque consumo. Eso, en el fondo, limita cualquier posibilidad de participación en la política. Es realmente grave.
Disponible en: https://laicismo.org/revista-iniciativa-laicista-enero-2018-editorial-no-retroceder-en-democracia-y-laicidad/172386