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Gramsci en Florida (2023)

Artículo publicado en The New Statesman, Reino Unido

Por Alberto Toscano, 04 de marzo, 2023.

Traducción al español y notas de Andrés Cabrera

Gramsci en Florida[1]

Cómo la derecha estadounidense robó las ideas del marxista italiano para su guerra contra la cultura ‘woke’

Alberto Toscano[2]

Durante los últimos meses, los guerreros de la cultura al mando del Partido Republicano en Estados Unidos han intensificado sus esfuerzos legislativos para asegurar un orden blanco, nacionalista, cristiano y patriarcal en contra de una pluralidad de amenazas ideológicas. Habiendo revertido el hito que representó Roe v Wade[3] para el derecho de las mujeres, están concentrando sus energías en purgar las perspectivas progresistas (y las historias factuales) de la educación estadounidense. Coincidiendo implícitamente con la afirmación del filósofo francés Louis Althusser de que la educación es el “aparato ideológico – clave – del Estado”, han comprometido los formidables recursos legales y financieros de la derecha estadounidense para prohibir la enseñanza de cualquier texto, autor o teoría que arroje alguna luz crítica sobre la narrativa maestra que consagra 1776 como el origen inmaculado de la tierra de la libertad.

Hay una frenética pero concentrada energía atravesando estos esfuerzos para eliminar cualquier cuestionamiento a lo que el académico radical negro Cedric J. Robinson llamó las «falsificaciones de memoria y significado»[4] que históricamente han apuntalado al nacionalismo blanco en Estados Unidos. Todos los pánicos morales que han sido promovidos por la intelligentsia revanchista de la derecha estadounidense tienen a la teoría como su objetivo. Operan atribuyendo un alcance desmesurado y una influencia siniestra a los marcos originados en los debates académicos sobre raza y género, tales como la interseccionalidad, la teoría crítica de la raza (CRT)[5] y la teoría queer. Se cree que estos ahora dominan en los directorios corporativos, las agencias federales y la educación, desde el nivel preescolar al conjunto del profesorado.

Gran parte de la actividad legislativa es tramitada bajo el título de conceptos divisivos: abreviatura de la idea de que cualquier reconocimiento y análisis crítico del racismo o la discriminación de género es ipso facto discriminatorio y corrosivo para el bien común. Al establecer una cadena de equivalencia entre racializados y disconformes con su género, por un lado, y elites políticas, intelectuales y económicas, por el otro, estas campañas son un vehículo perfecto para la insurgencia autoritaria de la derecha. Encarnan la indignación populista y canalizan el prejuicio, sin plantear ningún desafío a la desigualdad social y la concentración de la riqueza y el poder. A medida que el salario social se desploma, invertir en salarios psicológicos es una medida de ahorro como ninguna.

Si bien el plan táctico de la guerra cultural es notablemente consistente, hasta en su redacción legal, también genera un escenario competitivo, uno en el que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se está posicionando con éxito para suplantar a Trump como líder de un partido comprometido con una estrategia de beligerancia ideológica. Habiendo promovido leyes que legalizan el atropello de automovilistas contra manifestantes (proyecto de ley ‘antidisturbios’); convertido la deportación en un espectáculo, al llevar migrantes indocumentados a Martha’s Vineyard, Massachussets; e incluso adoptado la defensa de los artefactos a gas de uso doméstico como punto de apoyo para el resentimiento contra las élites metropolitanas, DeSantis ha hecho que su nombre sea inseparable de la consigna incorporada en su ley ‘Stop Woke’.

Un golpe administrativo en el New College of Florida diseñado para transformarlo en un baluarte conservador; la purga del pensamiento crítico negro, activismo e historia de los cursos de colocación avanzada (AP) en Estudios Afroamericanos; y ahora un proyecto de ley que propone prohibir los estudios de género, la teoría crítica de la raza y la interseccionalidad en todas las instituciones de educación superior financiadas por el Estado – DeSantis ha construido su marca al cambiar la guerra cultural desde una guerra de posición a una guerra de maniobra. Esta terminología, sacada de los escritos del teórico marxista italiano del siglo XX, Antonio Gramsci, no es ajena al proyecto de DeSantis. El principal agitador intelectual en la caza de brujas de la derecha contra la teórica crítica de la raza, Christopher Rufo – puesto por DeSantis en la junta directiva de New College – ha repetidamente invocado al otrora líder del Partido Comunista Italiano.

Al igual que otras menciones de la derecha al marxista sardo, Rufo no muestra ningún conocimiento directo de sus escritos y sigue una plantilla esquemática: habiendo reconocido la inevitable derrota de la revolución comunista en Occidente y su falta de tracción entre las clases obreras, Gramsci, el autor de los Cuadernos de la Cárcel, forjó una estrategia para tomar el control de las instituciones culturales claves por parte de las elites (escuelas, medios de comunicación, entretenimiento, publicidad), lo que el escritor de National Review, Nate Hochman, ha denominado una “vanguardia gramsciana” dedicada a minar la civilización occidental cristiana y liberal-democrática desde adentro. Aunque análoga a la teoría conspirativa del marxismo cultural – filósofos marxistas judío-alemanes en el exilio que socavan a Estados Unidos al sembrar el desorden sexual y la revolución negra – la variante de Rufo parece silenciar el ‘silbato para perros’ antisemita y otorgar a los pensadores negros una mayor, aunque nefasta, agencia. Según su presunción, la teoría crítica de la raza fue producto principalmente de profesores de derecho negros (especialmente Derrick Bell y Kimberlé Crenshaw) que adoptaron una estrategia gramsciana para socavar los valores estadounidenses en aras de una mezcla nihilista entre políticas de identidad racial y anticapitalismo.

Para Rufo, esta estrategia gramsciana ha sido tan exitosa tras la revolución cultural de los años 60s que ninguna de las facetas del Estado estadounidense queda inmune. Es por eso que, como él mismo afirmó en un discurso en Hillsdale College (la institución de educación trumpiana que se erige como modelo para el putsch universitario de DeSantis): “la solución no es una contramarcha a través de las instituciones. No se pueden reemplazar los malos directores de diversidad, equidad e inclusión por otros buenos. La ideología está arraigada. Por esto pido una estrategia de asedio”. Esta estrategia exige una retórica agresiva: debe movilizar el resentimiento popular; su objetivo es descentralizar el sistema educativo de acuerdo con el menú probado y testeado de la escuela en el hogar, los vouchers, la selección de escuelas y la privatización.

Esta apropiación del nombre de Gramsci por parte de la derecha y un resumen caricaturizado de su concepción de hegemonía no es nueva, habiendo ya ganado prominencia en las iteraciones tempranas de las infinitas guerras culturales estadounidenses – cuando la “corrección política” era el ‘cuco’. Tal como el académico gramsciano Joseph Buttigieg (padre del actual Ministro de Transportes de Estados Unidos) apuntó casi dos décadas atrás, la caída del comunismo fue recibida por los intelectuales conservadores con la advertencia de que una estrategia leninista declarada estaba siendo relevada por una de tipo gramsciana encubierta. En See, I Told You So (1993), el personaje radial de derecha Rush Limbaugh (galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad 2020) declaró que “Gramsci logró definir una estrategia por librar una guerra cultural – una táctica que ha sido adoptada por la izquierda moderna, y que permanece como la última gran esperanza para los críticos crónicos de Estados Unidos”. Esto repercutió en el libro de Pat Buchanan The Death of the West. How Dying Populations and Immigrants Invasions Imperil Our Country and Civilization (2002) que advertía: “La idea de Gramsci sobre cómo hacer la revolución en una sociedad occidental ha sido corroborada… la revolución gramsciana avanza, y al día de hoy, continúa haciendo adeptos”. En buena medida, Buchanan también emparentó a Gramsci con el filósofo Georg Lukács, cuya promoción de un “programa de educación sexual radical” durante la breve República Húngara Soviética de 1919, supuestamente sentó las bases para los trastornos de género de nuestro tiempo.

Fundaciones conservadoras hicieron proliferar esta imagen de Gramsci como el genio malvado detrás de los triunfos culturales de la izquierda. Ellas continuaron la fantasía – como todavía hacen personas como Rufo – de que el liberalismo social y las políticas contra la discriminación son un tipo de caballo de Troya para la abolición de la propiedad privada y la desaparición de los Estados Unidos. En este complot, tal como el investigador principal del Hudson Institute John Fonte declaró: “la academia está cumpliendo sin saberlo el rol del príncipe moderno esbozado por Antonio Gramsci”. Una vez más, la teoría lleva un halo de malicia y subversión. Es no-estadounidense. Y sin embargo, no es solo un objeto fóbico, sino también un modelo a imitar. Como ha declarado Rufo, el objetivo es “robar las estrategias y los principios de la izquierda gramsciana, y luego organizar un tipo de respuesta contrarrevolucionaria a la larga marcha a través de las instituciones”.

Algunos han buscado las fuentes de esta mímesis e inversión de Gramsci en la Nueva Derecha Francesa y su principal teórico, Alain de Benoist. El movimiento político anunció su proyecto “meta-político” como un “gramscismo de derecha” a principios de la década de 1980. El énfasis enla primacía del “poder cultural» y “terreno cultural” de la Nouvelle Droite hizo eco en la exlíder de la extrema derecha francesa, Jean-Marie Le Pen, en su referencia explícita a la idea de Gramsci de que “las victorias ideológicas preceden a las victorias electorales” – repetida por su hija Marine – así como también en la afirmación del expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy, de que había hecho suya la lección de Gramsci (“el poder se gana a través de las ideas»). Esto ha tenido una amplia aceptación en la extrema derecha europea, y fue celebrad recientemente por Darya Dugina, la hija del pensador ruso de extrema derecha Alexander Dugin, antes de que fuera asesinada en agosto de 2022. También pareciera resonar con los usos de Gramsci de la derecha estadounidense contemporánea. Pero en una inspección más cercana las diferencias son significativas: el proyecto De Benoist es uno de tipo revolucionario-conservador que busca revitalizar la derecha, inoculándose a sí mismo con ideas de procedencia izquierdista (antimperialismo, por ejemplo). Su cuestionamiento a la izquierda contemporánea argumenta que ha sido neutralizada y poseída por una hegemonía liberal. Inversamente, la derecha estadounidense representa actualmente al liberalismo como el vestido de oveja que disimula el lobo marxista queer negro.

Si se puede ubicar una fuente cercana para el reciente conjuro de espectros gramscianos, es de tipo internacional. Como Buttigieg señaló, uno de los primeros textos en Estados Unidos que puso en primer plano el gramscismo de la izquierda como un peligro claro y presente fue un artículo del teólogo católico, diplomático y demócrata conservador, Michael Novak, titulado: “The Gramscists Are Coming”. Novak señaló que mucho de esta nueva estrategia gramsciana había sido desarrollada en América Latina. Hay una fotografía del notoriamente iletrado dictador chileno Augusto Pinochet en traje de civil en su oficina, examinando un volumen en español cuya portada presenta una imagen del revolucionario italiano, con el título Gramsci: La Nueva Forma de Penetración Marxista. Unos meses antes en 1987, y en respuesta a un coloquio internacional organizado por intelectuales de izquierda en Santiago de Chile bajo la sombra de la dictadura, el establishment académico prodictadura ayudó a organizar un seminario de dos semanas de duración cuyas actas fueron posteriormente reunidas en el volumen que sostiene Pinochet, así como también en un número especial de la revista católica Communio (uno de cuyos fundadores fue el Papa Joseph Ratzinger). Un año después del seminario, el Comité de Santa Fé, un grupo formado por el Consejo de Seguridad Interamericana (un think tank de expertos que había sido central en las devastadoras políticas de contrainsurgencia de Ronald Reagan en América Central y del Sur) siguió su anterior plan estratégico para la política estadounidense en la región con Santa Fé II: Una estrategia para América Latina en los años noventa, un documento que advertía sobre una ‘ofensiva cultural marxista’ que se produciría al amparo de la democracia liberal mediante la infiltración de instituciones culturales y la alteración de los valores dominantes de la nación.

El partido pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI), fundado por Jaime Guzmán (el arquitecto de la Constitución antidemocrática de 1980, asesinado en 1991 por una guerrilla urbana comunista)[6], incluyó en su declaración de principios una entrada sobre “El nuevo rostro del marxismo”, que está formulada en términos que recuerdan la “estrategia de asedio” que está siendo implementada en Florida y en otros lugares. “El Marxismo modifica así su fisonomía hacia enfoques más sutiles como el de Gramsci, que preconizan apoderarse de las sociedades libres a través de la erosión de sus instituciones fundamentales y del dominio de la cultura. Para ello se fomenta la destrucción sistemática de los valores cristianos, especialmente los referidos a la familia y las costumbres públicas y privadas. El debilitamiento del matrimonio, la legalización del aborto y la permisividad frente a la pornografía y las drogas son síntomas que – aunque de variados orígenes – se fomentan o aprovechan por esta nueva expresión gramsciana del marxismo, que hoy amenaza incluso a los países más desarrollados del Occidente”.[7] En 1992, en una entrevista con Komsomolskaya Pravda (originalmente fundada como el órgano de las juventudes comunistas de la URSS), titulada “Cómo yo salvaría a Rusia”, Pinochet replicó ese sentimiento, afirmando que el comunismo aún estaba vivo, pero que su nueva forma gramsciana estaba permitiéndole pasar desapercibido, primero filtrándose en la conciencia de los intelectuales, luego en la población en general.

El reciente aumento de las invocaciones derechistas de Gramsci es un ejemplo de ese miedo e imitación de las teorías radicales que han definido desde hace tiempo a la derecha y su imagen contrarrevolucionaria. Viene con el escalofrío de la rebelión. Como propone Hochman, “la derecha tendrá que sentirse cómoda pensándose a sí misma como un outsider insurgente en la cultura estadounidense, tal como lo fue la vanguardia gramsciana antes de la década de 1960”.

Mucho antes de que existieran las redes sociales, la derecha estadounidense había ya convertido a Gramsci en un meme. Lo último guarda aproximadamente la misma relación con el método matizado, abierto y militante de los Cuadernos de la Cárcel, que el adjetivo “maquiavélico” y los Discursos sobre Tito Livio[8] del filósofo político del renacimiento. Difícilmente se puede esperar que intelectuales tan empeñados en obstaculizar la lectura y la crítica sean a la vez buenos lectores.

También vale la pena reflexionar sobre las fuentes de este meme gramsciano en los esfuerzos por apuntalar el imperialismo estadounidense y el autoritarismo neoliberal contra los desafíos democráticos. A pesar de la ignorancia provinciana que marca gran parte del discurso de la derecha estadounidense, las guerras culturales llevan una sombra geopolítica. Lo hicieron a principios del siglo XX cuando el anticomunismo iba de la mano con las políticas anti-negro, anti-migrante y anti-queer. La idea de la teoría crítica de la raza como una toma de control anticapitalista negra del estado federal y la educación según el plan táctico gramsciano, tiene una reverberación no muy distante de la era de Hoover y MacCarthy y de la difuminación de la contrainsurgencia en el país y en el exterior que definió la Guerra Fría. La “estrategia de asedio” de la derecha estadounidense contemporánea depende del reconocimiento erróneo de las políticas liberales contra la discriminación y las perspectivas críticas en la educación como un complot contra Estados Unidos. Pero simplemente protestar contra el ascendente autoritario por motivos liberales puede convertirse en una tontería cuando los tribunales y legislaturas han sido ocupados por reaccionarios intransigentes. Si bien hablar de una “vanguardia gramsciana” es en gran medida una invención conspirativa de la derecha, también podría servir como una incitación para que una izquierda un tanto desorientada reflexione sobre cómo podría ser la hegemonía hoy, sobre lo que se necesitaría para convertirse en la amenaza al nacionalismo blanco, patriarcal y capitalista que la derecha ya considera que es.


Referencias

[1] El artículo ‘Gramsci in Florida’ fue publicado en el sitio web de la revista británica The New Statesman el 4 de marzo, 2023, disponible en su versión original en: https://www.newstatesman.com/the-weekend-essay/2023/03/gramsci-florida-republican-party Traducción al español y notas de Andrés Cabrera.

[2] Alberto Toscano es profesor visitante en Simon Fraser University en Vancouver y codirector del Center for Philosophy and Critical Thought en Goldsmiths, Londres. Sus libros Terms of Disorder: Keywords for an Interregnum (Seagull Books) y Late Fascism: Race, Capitalism, and the Politics of Crisis (Verso) serán publicados este año. En 2021, editorial Palinodia publicó en Chile: La abstracción real. filosofía, estética y capital. 

[3] Refiere al litigio judicial entre [Jane] Roe y [Henry] Wade ocurrido entre 1971 y 1973. La Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que la Constitución de dicho país protege la libertad de una mujer embarazada para elegir abortar sin demasiadas restricciones. El caso Roe v. Wade dividió a la población estadounidense en posiciones dicotómicas a favor y en contra el aborto. Recientemente, el 24 de junio de 2022, el dictamen de aquella sentencia fue anulado, lo cual permitiría a los estados restringir o inclusive prohibir el aborto en todas sus modalidades.

[4] Traducción al español del título del libro de Cedric J. Robinson (2007). Forgeries of Memory and Meaning. Blacks and the Regimes of Race in American Theater and Film before World War II. The University of North Carolina Press, Chapel Hill, NC. Sin traducción al español.

[5] En inglés Critical Race Theory (CRT).

[6] Refiere al Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo.

[7] Fragmento extraído de la “Declaración de Principios” disponible en la página web de la UDI: https://www.udi.cl/principios-2/

[8] Traducido al español como Discurso sobre la primera década de Tito Livio, Akal, Madrid, 2015 [1531].


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