Capítulo de libro publicado en From the River to the Sea. Essays for a Free Palestine. Englert, Sai, Schatz, Michal & Warren, Rosie (Eds), Verso and Haymarket Books (UK), pp. 217-239. Libro descargable en forma gratuita en su versión original en este link.
Por Alberto Toscano.
Traducción al español de Andrés Cabrera
Israel, el fascismo y la guerra contra el pueblo Palestino
Alberto Toscano1
Con luz verde por parte de los gobiernos occidentales2 y descrita por innumerables expertos en derechos humanos como una clara “intención genocida”, la represalia del Estado de Israel contra la operación “Inundación de Al-Aqsa” de Hamas efectuada el 7 de octubre también ha suscitado debates sobre el fascismo en múltiples sectores. En una declaración colectiva, el Sindicato de Profesores y Empleados de la Universidad de Birzeit, Palestina, ha hablado de “fascismo colonial” y de un “pornográfico llamado a la muerte de árabes por parte de los colonos políticos sionistas de todos los frentes políticos”; en su propia declaración, el Partido Comunista de Israel (Maki) y la coalición de izquierda Hadash “asigna toda la responsabilidad al gobierno de extrema derecha fascista por la aguda y peligrosa escalada”; mientras tanto, el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, describió el ataque contra Gaza como el “primer experimento para considerarnos a todos y todas desechables’ en un “1933 global”3 marcado por la catástrofe climática y el atrincheramiento capitalista. Incluso citar estas líneas probablemente infringe la definición de anti-semitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto [IHRA], que ha servido como un importante instrumento en los esfuerzos por limitar el activismo pacífico de la solidaridad internacional contra el apartheid israelí, especialmente bajo la forma del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (DBS).
Empero, el reconocimiento de un incipiente fascismo en el último gobierno de Netanyahu e incluso en la sociedad israelí en general parece, sino la corriente dominante, sí ciertamente prominente en el discurso público del propio Israel, sobre todo a raíz de las protestas contra las recientes reformas judiciales destinadas a destripar la tan alardeada autonomía de la Corte Suprema de Israel. Cuatro días antes del ataque de Hamas, el periódico Ha’aretz publicó una editorial bajo el título “Neo-fascismo israelí amenaza tanto a israelíes como palestinos”. Un mes antes, 200 estudiantes secundarios israelíes declararon así su rechazo a ser reclutados: “Decidimos que no podemos, de buena fe, servir a un grupo de colonos fascistas que tienen el control del gobierno en este momento”. En mayo, una editorial de Ha’aretz opinaba que “el sexto gobierno de Netanyahu empieza a parecerse a una caricatura totalitaria. No hay casi ninguna medida asociada al totalitarismo que no haya sido propuesta por uno de sus miembros extremistas y adoptado por el resto de incompetentes que lo componen, en su competición para ver quién es plenamente más fascista”, mientras que uno de sus editores describía una “revolución fascista israelí” que cumplía todos los elementos de la lista, desde el racismo virulento hasta el desprecio por la debilidad, desde las ansias de violencia hasta el antiintelectualismo.
Estas recientes polémicas y pronósticos fueron anticipados por destacados intelectuales, como el reconocido historiador de la extrema derecha Ze’ev Sternhell, quién escribió sobre un “creciente fascismo y un racismo afín al nazismo temprano” en el Israel contemporáneo, o el periodista y activista por la paz Uri Avnery, quién escapó a la Alemania Nazi a la edad de 10 años, y quien poco antes de su muerte en 2018, declaró que:
La discriminación en contra de los palestinos en prácticamente todas las esferas de la vida puede ser comparada con el trato que recibieron los judíos en la primera fase de la Alemania nazi. (La opresión de los palestinos en los territorios ocupados se parece más al trato dado a los checos en el “protectorado” tras la traición de Múnich)4. La lluvia de proyectos de ley racista en la Knesset [parlamento israelí], aquellos ya aprobados y aquellos en trámite, se parece mucho a las leyes aprobadas por el Reichstag en los primeros días del régimen nazi. Algunos rabinos llaman a boicotear las tiendas árabes. Como aquél entonces. El grito “¡Muerte a los árabes!” (‘Judah verrecke’!) se escucha regularmente en los partidos de fútbol.
No hay nada nuevo en esta analogía, por supuesto. Personas como Hannah Arendt y Albert Einstein firmaron una carta para el New York Times a raíz de la masacre de Deir Yassin en 1948, denunciando que Herut (la formación precedente del partido Likud de Netanyahu) era “similar en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista”5.
Avnery también señaló al actual Ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, como un “fascista judío auténtico”. Smotrich, que alegremente se ha referido a sí mismo como un “homófobo fascista”, ha sentado las bases teológicas de su propio intento genocida de “abortar” cualquier esperanza palestina de convertirse en nación y repetir la Nakba —es ahora un estribillo común entre los expertos y políticos israelíes, que invocan alegremente una “Nakba 2.0” o “Nakba de Gaza 2023”. En una entrevista declaró:
Cuando Josué Ben Nun [el profeta bíblico] entró en la tierra, envió tres mensajes a sus habitantes: aquellos que quieran aceptar [nuestro gobierno], aceptarán; aquellos que quieran irse, se irán; aquellos que quieran luchar, lucharán. La base de su estrategia era: estamos aquí, hemos venido, esto es nuestro. Ahora también, se abrirán tres puertas, no hay una cuarta puerta. A los que quieran irse -y los habrá- les ayudaré. Cuando no tengan ni esperanza ni visión, se irán. Como hicieron en 1948. […] aquellos que no se vayan aceptarán el gobierno del Estado judío, en cuyo caso podrán quedarse, y en cuanto a aquellos que no lo hagan, los combatiremos y los derrotaremos. […] O les dispararé, encarcelaré o expulsaré.
La mención del Libro de Josué es notable, ya que también sirvió como referencia ideológica para el secular David Ben-Gurion en los primeros años del Estado de Israel6. El canto a la destrucción del Antiguo Testamento resuena inquietantemente hoy: “Hirió, pues, Josué toda la región de las montañas, del Neguev, de los llanos y de las laderas, y a todos sus reyes, sin dejar nada; todo lo que tenía vida lo mató, como Jehová Dios de Israel se lo había mandado. Y los hirió Josué desde Cades-barnea hasta Gaza […]” (Josué 11:40-41).
Pero el fascismo “apadrinado” por Netanyahu no puede sólo ser reducido a los colonos fundamentalistas y sus estratagemas de despojo (incluyendo los profundos enraizamientos en el estado de la ONG de colonos de Smotrich, Regavim, y su guerra legal contra los derechos palestinos a la tierra y a la propiedad); ya que también está firmemente anclado en los intereses comerciales y las maniobras legislativas de los multimillonarios que, tanto en Israel como en la India o los Estados Unidos, se complacen en combinar movilizaciones nacional-conservadoras contra las decadentes “élites” metropolitanas con la defensa despiadada de las ganancias y los privilegios. En una reciente entrevista, el historiador israelí del holocausto Daniel Blatman observaba:
¿Sabes cuál es la mayor amenaza para la existencia continuada del Estado de Israel? No es el Likud. Ni siquiera son los matones que deambulan a sus anchas por los territorios. Es el Foro Político Kohele [una referencia a un grupo de expertos conservadores de derecha apoyado por ricos donantes estadounidenses] […]. Ellos están creando un amplio manifiesto social y político que, si acaba siendo adoptado finalmente por Israel, lo convertirá en un país completamente diferente. A la gente le dices “fascismo” y se imagina soldados recorriendo las calles. No. No lucirá como eso. El capitalismo seguirá existiendo. La gente podrá seguir yendo al extranjero, si se les permite entrar en otros países. Habrá buenos restaurantes. Pero la capacidad de una persona de sentir que hay algo que la protege, aparte de la buena voluntad del régimen –porque éste la protegerá o no, según le parezca adecuado– ya no existirá. La sociedad israelí estaba madura para recibir al gobierno actual. No por la victoria del Likud, sino porque el ala más extrema arrastró a todos tras ella. Lo que alguna vez fue extrema derecha hoy es centro. Ideas que alguna vez estuvieron al margen se han vuelto legítimas. Como historiador cuyo campo es el Holocausto y el nazismo, me resulta difícil decir esto, pero hoy hay ministros neonazis en el gobierno. Tú no ves esto en ningún otro lugar –ni en Hungría, ni en Polonia–, ministros que, ideológicamente, son racistas puros7.
A pesar de su perspicacia, este pasaje también demuestra dolorosamente lo que la polémica liberal israelí contra el ascenso del fascismo pone entre paréntesis. A saber, los palestinos. Los soldados recorren las calles de Israel y de la Palestina ocupada. Millones de personas gobernadas por Israel no pueden salir al extranjero. Ni regresar a casa. El racismo “puro” expresado sin escrúpulos por personas como Smotrich y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, es producto del racismo que estructura y reproduce la dominación colonial, tanto para los liberales de mala fe como para los fascistas mareados.
Como observan Bill Mullen y Christopher Vials, largas tradiciones del antifascismo radical negro y del tercer mundo, así como también de la resistencia indígena, nos han enseñado que: “Para aquellos racialmente marginados fuera del sistema de derechos de la democracia liberal, la palabra “fascismo” no siempre evoca un orden social distante y ajeno”8. En los regímenes raciales fascistas y colonizadores-coloniales –tal como Sudáfrica, que George Padmore consideró en los años 1930 “el Estado fascista clásico del mundo”– encontramos con una versión de ese “Estado dual” que el jurista judío alemán Ernst Fraenkel diseccionó: “un “Estado normativo” para la población dominante y un “Estado prerrogativo” para los dominados, ejerciendo “arbitrariedad y violencia ilimitadas sin control de ninguna garantía legal”. Como demostró Angela Y. Davis refiriéndose a lo que el terror racial de Estado presagiaba para el resto de la población estadounidense a principios de la década de 1970, la frontera entre el Estado normativo y el Estado prerrogativo es porosa9.
Esto es patente hoy en Israel, cuando los ministros del gobierno utilizan el pretexto de la guerra para “promover regulaciones que les permitirían ordenar a la policía que arreste a civiles, los saque de sus hogares o confisque sus propiedades si creen que han difundido información que podría dañar la moral nacional o servir de base para la propaganda enemiga”. Como analizó el marxista judío marroquí Abraham Serfaty hace décadas en sus escritos carcelarios sobre la liberación palestina, existe una “lógica fascista” en el corazón del proyecto sionista de desposesión, dominación y desplazamiento10. La antropóloga feminista Mizrahi, Smadar Lavie, ha vinculado la lógica fascista intrínseca del colonialismo de los colonos israelíes con un régimen de dominación racial que combina las prácticas del apartheid contra los palestinos con la opresión de los mizrahi y otros judíos no ashkenazis. Como señala en una entrevista reciente:
El fascismo es inmanente al sionismo desde sus inicios y a lo largo de su historia. Históricamente, la extrema derecha supremacista blanca ha reclutado a sus participantes amalgamando ideologías y prácticas de religiosidad y biologismo como esencias. El biologismo podría significar aquí el intento de definir las identidades raciales, étnicas o de otros grupos como un hecho biológico cableado. Estas esencias construyen las ideas y prácticas sionistas del Estado-nación. En la base de los movimientos supremacistas y fascistas blancos hay una doble moral: la inician las clases altas, pero luego se alimenta del populismo de las clases bajas blancas. Este populismo tiene sus raíces en la centralidad de la familia heteronormativa y los valores familiares conservadores. En la era del neoliberalismo, tanto la izquierda ashkenazi como las élites de derechas promueven un mito de democracia judía y multiétnica que oculta el lento genocidio de los palestinos y la violencia estatal contra las clases bajas mizrahi.
Aunque los liberales pueden repudiarla, a menos que sus mecanismos centrales sean desmantelados para siempre, no puede dejar de resurgir con virulencia en cada crisis. Como lo atestiguan sus descargas contra la hipocresía de quienes afirman que quieren una solución de dos Estados sin tener nunca la intención de lograrla, la extrema derecha israelí gobernante está, en muchos sentidos, diciendo una parte silenciosa en voz muy alta. En un momento en que la ocupación y la brutalización sobre los palestinos han sido normalizadas y tratadas a todos los efectos como interminables, los colonos fascistas y la derecha religiosa han llegado a afirmar y celebrar la violencia estructurante y la deshumanización que caracterizan a Israel como un proyecto colonial –un proyecto que los liberales han pensado en mitigar o minimizar, pero nunca en realidad desafiar. En Israel, como en muchos otros contextos actuales, el ascenso del fascismo podría parecer inicialmente una ruptura o una excepción, pero está profundamente arraigado y permitido por un liberalismo colonial que nunca tolerará una verdadera liberación.
* * *
En estos días, en los que el cinismo y la carnicería de Israel se enfrentan al humilde coraje de los médicos, los periodistas y el pueblo de Gaza, es difícil mantener la confianza en las virtudes del pensamiento crítico. De hecho, muchos de los comentarios emitidos bajo la égida de la teoría o la filosofía en el último mes podrían hacer que uno se desesperara de los intelectuales y sus representaciones11. Y, sin embargo, este asedio y ataque asesino también ha desencadenado oleadas más amplias de lucha discursiva en todo el mundo, que tendrán consecuencias en los meses y años venideros, trazando líneas divisorias y sirviendo de campo de pruebas para nuestros conceptos y marcos, así como para nuestras posturas y estrategias políticas. Es en este contexto en el que quiero explorar brevemente lo que podría significar analizar el colonialismo de los colonos y el retorno del fascismo en el contexto de la guerra contra Gaza, la limpieza étnica de Cisjordania y la supresión de las libertades políticas dentro de la Línea Verde.
Mientras que los apologistas reaccionarios de la limpieza étnica que pueblan tantos medios de comunicación occidentales podrían rechazar lo que desprecian como ideas “arraigadas en la jerga invernadero de la academia”, como decía recientemente el New York Times, también existe la tentación para los oponentes del sionismo y de Israel de ver el presente simplemente como la plena revelación de la identidad entre el colonialismo de colonos y el fascismo o, como declaró George Habash a mediados de los años ochenta: “Lo hemos visto… el sionismo es fascismo… exactamente”.
Hoy en día, la cada vez más grotesca maquinaria propagandística israelí ha turboalimentado esa nazificación de la resistencia palestina que ha servido durante mucho tiempo como uno de sus tropos favoritos. Hace poco vimos al Presidente israelí sostener un ejemplar prístino y supuestamente anotado de una edición árabe de Mein Kampf supuestamente encontrada en el cadáver de un combatiente de Hamás en lo que él llamó cínicamente una “sala de estar para niños” en Gaza. Mientras tanto, en las páginas del British Jewish Chronicle, un experto de extrema derecha adelantaba el argumento delirantemente racista de que Hamás es en realidad peor que los escuadrones de la muerte nazis, porque estos últimos ahogaban su conciencia en bebida tras sus atrocidades. El racismo antipalestino puede incluso transformarse en apología nazi, siempre que sirva a la causa de Israel. Como observó Nurit Peled-Elhanan en un reciente artículo sobre “La nazificación de los palestinos en los libros escolares israelíes”, este proceso implica una perversa transferencia psíquica e histórica:
El discurso israelí de “una nación perseguida” percibe el poder no sólo como un derivado necesario e inevitable de la realidad del conflicto árabe-israelí, sino también como un acto redentor que asigna retroactivamente un significado al Holocausto. En este discurso, el árabe, en particular el palestino, se ha convertido en el contenedor de las fantasías judías de poder y venganza. La impotencia y vulnerabilidad judías, personificadas por el Holocausto, se transformaron en una fantasía de poder absoluto, ejercido contra los palestinos como sustituto del goy (gentil) antisemita europeo12.
Es este complejo el que estaba en la retaguardia del secretario general de Mapai, Yosef Almogi, al declarar en un discurso electoral durante el juicio a Eichmann: “Hay miles de Eichmann cerca de las fronteras de Israel. A ciento cincuenta metros de la sala donde se celebró el juicio de Eichmann, hay una frontera, y detrás de esa frontera, miles de eichmanns acechan, proclamando explícitamente: ‘lo que Eichmann no ha completado, nosotros lo haremos’”13.
Estas transferencias y analogías retorcidas tienen su contrapartida en la larga historia de criticar el colonialismo israelí y su violencia invocando semejanzas nazis. Como ya he señalado, mientras que tales analogías son susceptibles de censura o criminalización en muchos países occidentales (concretamente a través de la definición de antisemitismo de la IHRA), abundan en las denuncias liberales israelíes de las disposiciones fascistas de la coalición gobernante de Netanyahu.
Hoy, esos ministros colonos-fascistas que durante tanto tiempo han sido la pesadilla de los sionistas liberales supervisan la represión policial del Estado contra los ciudadanos palestinos de Israel y los críticos antisionistas (detenciones preventivas, vigilancia electrónica, palizas, acoso) y la intensificación de la limpieza étnica en Cisjordania. Algunos hablan de la aparición de una “dictadura total” de río a mar. En un proyecto de investigación rechazado sin sorpresa por la fundación Guggenheim en 1989, sobre “Fascismo en Israel: La financiación de los movimientos fascistas y neonazis: 1970-1990”, Nitzan, Bichler y Rowley escriben: “El militarismo, el racismo, el apartheid no oficial y las divisiones políticas, culturales y étnicas no son fenómenos vagamente relacionados. Juntos indican el potencial fascista existente en la sociedad israelí. Todavía no se ha materializado un régimen fascista, pero el peligro de que esto ocurra es evidente. Una grave crisis económica, una derrota militar o un estancamiento bélico desfavorable podrían amenazar el orden existente e invocar a Behemoth”.
Sin embargo, como ya he señalado, las invocaciones al fascismo dentro de Israel —como demuestran las recientes protestas contra las reformas judiciales— tienen como objetivo, en general, tratar desesperadamente de apuntalar los mitos del sionismo liberal, el espacio sagrado de lo que, en última instancia, es una democracia Herrenvolk. Como señaló Tareq Baconi en marzo de este año:
Los palestinos entienden que Israel es una democracia para los judíos y un régimen de apartheid para los no judíos. Pero al igual que la Línea Verde, se trata de una falsa separación, ya que el propio sistema democrático judío depende de la exclusión étnica y la ingeniería demográfica. Los liberales que condenan el auge del fascismo en la política israelí luchan por los derechos de sólo una parte de la población: un sistema judicial que funcione para los judíos, una prensa libre para los judíos, derechos para las mujeres judías y las comunidades LGBTQ+. La consecución de estos objetivos suele estar supeditada a que sus compatriotas sigan sin tener derechos políticos. Lo que preocupa a los manifestantes es la posibilidad de que la ideología fascista, tan familiar para los palestinos, se vuelva contra los judíos israelíes.
Como señala Sai Englert en un importante ensayo crítico, este es el patrón de la invocación israelí del fascismo desde el ascenso del Likud de Menachem Begin en 1977, es decir, la supuesta excepción del fascismo sirve para ofuscar la violenta continuidad del colonialismo de los colonos y para apuntalar la peligrosa fantasía de un sionismo realmente liberal14. O, para citar la obra de Uri Davis de 1987, Israel: An Apartheid State:
El sionismo político ha unido a todos los partidos sionistas en torno al objetivo de establecer un apartheid radical en Palestina… Las aspiraciones y objetivos (sionistas) son mucho más radicales que el paradigma del apartheid instituido en la República de Sudáfrica. Mientras que en este último caso, el cuerpo de la sociedad nativa se incorpora al sistema en términos de explotación económica claramente establecida y patrones de segregación legal, en el caso de Israel, la implementación exitosa de la empresa sionista siempre se ha concebido como algo que implica la exclusión total y la sustitución, o en la jerga sionista, “la transferencia de la población nativa palestina”15.
Una versión de esta crítica fue articulada de forma convincente en las páginas de Khamsin, la revista de Matzpen, organización socialista antisionista de Israel en 1978, por Avishai Ehrlich16. Ehrlich revivió el concepto de trasformismo de Antonio Gramsci “para denotar el proceso por el que los partidos sionistas históricos de ‘izquierda’ y ‘derecha’ han ido convergiendo en cuanto a sus programas. Teorías y conceptos que históricamente se asociaban de forma distintiva con la izquierda o la derecha pierden este carácter distintivo y son adoptados por partidos, o fracciones dentro de los partidos, que históricamente se oponían a ellos”. Entre los síntomas del trasformismo sionista, señaló “que el sionismo de izquierda tradicional no tiene una ideología alternativa que plantear frente a los argumentos de los colonos”. Al ser un movimiento fuertemente ideológico, el sionismo siempre ha considerado el Estado como un mero instrumento para objetivos más elevados. Los colonos de derechas anteponen ahora sus propios principios a las razones del Estado”. Pero también subrayó que, a pesar de las posiciones comunistas israelíes incapaces de discernir entre fascismo y otras variantes del autoritarismo,
Israel debe mantener la fachada formal de una democracia. Esto se debe a que la guerra permanente caracteriza su existencia y la naturaleza de sus relaciones con los judíos y sionistas fuera de Israel. En condiciones de dictadura abierta, bien podría detenerse la inmigración y cesar la mayor parte del apoyo judío. El ejército ciudadano de Israel se basa en un alto nivel de consenso e identificación entre el gobierno y los ciudadanos. Cualquier régimen abiertamente dictatorial que se enfrente a una guerra correrá el riesgo de ser derrotado debido a la desmoralización, la deserción y la desobediencia civil… Los partidos sionistas comparten un consenso básico sobre los objetivos. También comparten el Estado y el aparato sionista. Un conflicto abierto entre ellos en un momento de aislamiento exterior y ante una probable guerra sería suicida. En una lucha abierta entre sionistas no habrá vencedores ni vencidos: todos están abocados a perder.
En otras palabras, la especificidad del proyecto racial israelí de guerra y desposesión exigía no cruzar el umbral del fascismo formal. (Podemos observar el papel de sectores considerables del capital de alta tecnología y del aparato de seguridad en las recientes protestas por la “democracia” como señal de la ansiedad de las élites ante dicho umbral).
Creo que las críticas de Ehrlich y Englert a la instrumentalización de una amenaza fascista en Israel son convincentes —señalando cómo el sionismo liberal se esfuerza por blanquearse a sí mismo denunciando un fascismo judío excepcional— pero también creo que hay una forma diferente y más amplia de abordar los potenciales fascistas específicos del colonialismo de colonos y su formación israelí. Esto parte de cómo el sionismo liberal —al igual que el liberalismo colonial tout court— tiene que negar sus complicidades y continuidades con los fascismos de los que pretende desmarcarse. Y también presta atención a la perdurable presencia de la analítica del fascismo en el discurso de la liberación palestina17.
Poulantzas observó en una ocasión que la famosa ocurrencia de Max Horkheimer de su obra de 1939 “Los judíos y Europa” — “Quien no esté dispuesto a hablar del capitalismo también debería guardar silencio sobre el fascismo” — debería enmendarse para que dijera “Quien no esté dispuesto a hablar del imperialismo debería guardar silencio sobre el fascismo”. ¿Y si sustituimos, o quizás mejor complementamos esto, con otra variante? “Quien no esté dispuesto a hablar de colonialismo que se calle sobre el fascismo”18.
No es ningún misterio que los fascismos europeos no sólo fueron un efecto “boomerang” de la violencia racial-colonial, sino que estuvieron marcados por sus propias historias de colonos (incluído el genocidio alemán de los pueblos Herero y Nama en 1904-8, y la colonización y masacres italianas en Libia, Somalia y Etiopía), al tiempo que tomaban como modelo el colonialismo angloamericano, sobre todo en el esfuerzo por basar la dominación de las minorías étnicas y raciales en Europa en la Ley Indígena estadounidense19. No existe una mera homología entre la lógica de eliminación del colonialismo y las lógicas de dominación y exterminio de los fascismos históricos europeos, sino un profundo entrelazamiento histórico, material e ideológico. Como señaló Padmore en su obra de 1936 How Britain Rules Africa, el racismo colonial de los colonos fue el caldo de cultivo del fascismo de los años treinta.
Prestar atención a la matriz colonial (e imperialista) del fascismo —no como una forma estática, sino como un proceso recombinante y potencial— también puede permitirnos romper con una identificación fácil del fascismo con un totalitarismo monolítico. En su lugar, deberíamos reconocer que la delegación de la violencia en un estado racial expansivo es un sello distintivo del fascismo, que guarda una íntima afinidad con el colonialismo. Como señaló Walter Rodney en How Europe Underdeveloped Africa: “El fascismo fue un monstruo nacido de padres capitalistas. El fascismo fue el producto final de siglos de bestialidad, explotación, dominación y racismo capitalistas, ejercidos principalmente fuera de Europa. Es muy significativo que muchos colonos y funcionarios coloniales mostraran una inclinación hacia el fascismo”. El fascismo no es sólo la apoteosis del líder por encima de las masas borreguiles de sus seguidores; es también, de una manera menos espectacular pero quizá más consecuente e insidiosa, la reinvención de la lógica colona de la pequeña soberanía, una “liberalización” y “privatización” muy condicional pero muy real del monopolio de la violencia, que tiene su contrapartida en la creciente difuminación y fusión de la violencia colonial y estatal, y no sólo en los Territorios Palestinos Ocupados.
En su The Colonizer and the Colonized, Albert Memmi, escribiendo en el contexto del colonialismo francés, describía al colonizador de la siguiente manera:
Este hombre, tal vez un amigo afectuoso y un padre cariñoso, que en su país natal (por su condición social, su entorno familiar, sus amistades naturales) podría haber sido un demócrata, se transformará seguramente en un conservador, un reaccionario o incluso un fascista colonial. No podrá evitar aprobar la discriminación y la codificación de la injusticia, se deleitará con las torturas policiales y, si surge la necesidad, se convencerá de la necesidad de las masacres. Todo le llevará a estas creencias: sus nuevos intereses, sus relaciones profesionales, sus lazos familiares y los vínculos de amistad formados en la colonia. El mecanismo es prácticamente constante. La situación colonial fabrica colonialistas, del mismo modo que fabrica colonizados… toda nación colonial lleva en su seno las semillas de la tentación fascista. ¿Qué es el fascismo, sino un régimen de opresión en beneficio de unos pocos? Toda la maquinaria administrativa y política de una colonia no tiene otro objetivo. Las relaciones humanas han surgido de la explotación más severa, fundada en la desigualdad y el desprecio, garantizada por el autoritarismo policial. Quienes lo han vivido no dudan de que el colonialismo es una variedad del fascismo20.
La variedad israelí podría parecer única por su imprimátur teocrático, con una larga historia de rabinos fundamentalistas cercanos al movimiento de colonos que encuentran una justificación bíblica para el exterminio, y el Ministro de Finanzas y Viceministro para Cisjordania, Smotrich, que recurre al Libro de Josué como manual para la limpieza étnica. Pero como sugiere la referencia genocida de Netanyahu a Amalek, en última instancia no es necesaria ninguna convicción religiosa, y la lógica de la eliminación puede funcionar de un modo totalmente “secular”21. En el resumen de Raz-Krakotzkin del sionismo secular: “Dios no existe pero nos prometió la tierra”.
Dadas las observaciones anteriores, no debería sorprender que Israel pueda servir hoy como modelo dispuesto y nexo crítico para una ola planetaria de capitalismo autoritario racista o, como dice Antony Loewenstein en The Palestine Laboratory “un líder global en vigilancia, drones, y fervor etnonacionalista”22, atrayendo el apoyo entusiasta de los antisemitas filo-sionistas de todo el mundo, atraídos por el credo fascista de Netanyahu de que “los débiles se desmoronan, son masacrados y borrados de la historia mientras que los fuertes… sobreviven”. Como sugiere el solapamiento de las justificaciones y las tecnologías del apartheid y la dominación, la ideología y la economía política están íntimamente entrelazadas aquí. Las líneas de inversión, las cadenas de suministro militar y logístico, los grupos de presión políticos y armamentísticos y las redes de grupos de reflexión de extrema derecha son realmente promiscuos. La “fijación fascista” sembrada por la ósmosis entre la violencia colonial y el neoliberalismo de seguridad nacional23, una fijación que Israel modela y vende, tiene lugar en relación con escenarios globales de crisis y disturbios masivos, o resistencia organizada, que difieren marcadamente de los de la década de 1930. A esto es a lo que responde la visión de Gustavo Petro de Gaza como el “primer experimento que nos considera a todos desechables” —una forma de fascismo potencialmente planetario exacerbado por el colapso climático24, las enormes desigualdades producidas por el capitalismo racial y las continuas historias de dominación colonial. En otras palabras, a menos que se desmantele el colonialismo —citando la glosa de Abdaljawad Omar sobre Fanon, nos mantengamos fieles a “la capacidad de la colonia no sólo para liberarse del colonialismo, sino para liberar a la metrópoli de sí misma”— el fascismo sólo puede retornar.
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- Alberto Toscano es profesor en la Simon Fraser University y codirector del Center for Philosophy and Critical Thought en Goldsmiths, University of London. Recientemente ha publicado Late Fascism: Race, Capitalism, and the Politics of Crisis, 2023 (Verso) y Terms of Disorder: Keywords for an Interregnum, 2023 (Seagull Books). Traducción al español de Andrés Cabrera. ↩︎
- La primera mitad de este ensayo se publicó originalmente como “The War on Gaza and Israel’s Fascism Debate”, Verso blog, el 19 de octubre de 2023; la segunda mitad la segunda parte se presentó como contribución en un semiario web con Abdaljawad Omar Hamayel, co-organizado y presidido por Nadia Bou Ali en la Universidad Americana de Beirut, como parte de la serie de seminarios For Palestine: Analyzing Settler Colonialism and the Return of Fascism. ↩︎
- Gustavo Petro refiere al año en que Hitler y el partido nazi ascienden al poder [Nota del traductor]. ↩︎
- Refiere a los Acuerdos de Múnich firmados el 30 de septiembre de 1938 por los jefes de Estado de la Alemania Nazi (Adolf Hitler), Italia (Benito Mussolini), Reino Unido (Arthur Neville Chamberlain) y Francia (Édouard Daladier), en el que acordaron la incorporación territorial de los Sudetes, pertenecientes en ese momento a Checoslovaquia, a Alemania [Nota del traductor]. ↩︎
- Hannah Arendt, “New Palestine Party: Visit of Menachem Begin and Aims of Political Movement Discussed’, The Jewish Writings, ed. Jerome Kohn and Ron H. Feldman (New York: Schocken Books, 2007), p. 417. ↩︎
- Véase el incisivo y amplio estudio de Rachel Havrelock, The Joshua Generation: Israeli Occupation and the Bible (Princeton: Princeton University Press, 2020). Sobre el lugar que ocupa el fundamentalismo judío en el racismo del colonialismo de colonos en Israel, véase también Nadav Carmel-Katz, “From Colonialism to Racism’, Journal of Palestine Studies, Vol. 10, No. 4 (1981), 170–178, e Israel Shahak and Norton Mezvinsky, Jewish Fundamentalism in Israel, new ed. (London: Pluto, 2004). ↩︎
- Sobre el Kohelet Policy Forum, un think tank conservador de derechas apoyado por ricos donantes estadounidenses, véase. Eytan Avriel, “The American Billionaires Behind the Far-right Attempt to Destroy Liberal Israel,” Haaretz, 15 de enero, 2023. ↩︎
- Bill V. Mullen and Christopher Vials (eds), The US Antifascism Reader (London: Verso, 2020), p. 271. ↩︎
- Véase mi “The Long Shadow of Racial Fascism”, Boston Review, 28 October 2020, and Late Fascism: Race, Capitalism and the Politics of Crisis (London: Verso, 2023). ↩︎
- Abraham Serfaty, Écrits de prison sur la Palestine (Paris: Arcantère Editions, 1992), p. 81. ↩︎
- El punto culminante en este sentido es probablemente la carta de Jürgen Habermas y Rainer Forst, publicada el 13 de noviembre en la página web del centro de investigación Normative Orders de la Goethe Universität de Fráncfort con el sintomático título de “Principles of solidarity”. Pero la mala fe y la tergiversación histórica de declaraciones públicas como las de Seyla Benhabib (publicadas por el Centro Hannah Arendt de la Universidad de Bard el 4 de noviembre) o Bruno Karsenti, Luc Boltanski y otros (“¿Un genocidio en Gaza? Una respuesta a Didier Fassin”, AOC, 13 de noviembre de 2023) no inspiran mucha confianza en lo que hoy se considera “teoría crítica”. ↩︎
- Nurit Peled-Elhanan, “The Nazification of Palestinians in Israeli Schoolbooks”, Shuddhashar FreeVoice, Issue 36: War, 1 November 2023. Peled-Elhanan fue suspendida recientemente de su puesto académico (y posteriormente restituida) por citar a Jean-Paul Sartre en un chat de WhatsApp de la facultad tras los atentados del 7 de octubre. ↩︎
- Davar, 12 June 1961, quoted by Peled-Elhanan in “The Nazification of Palestinians in Israeli Schoolbooks”, Shuddhashar FreeVoice, issue 36: War, 1 November 2023. ↩︎
- Sai Englert, “Smoke and Mirrors: Rising Israeli ‘Fascism’ or Forgetting the Labour Zionist Past”, Middle East Critique, 28:3 (2019): 289–305. ↩︎
- Citado en F. el-Manssoury, “Review of Uri Davis, Israel: An Apartheid State”, Pakistan Horizon 42.2 (1989), 146. ↩︎
- Avishai Ehrlich, “The crisis in Israel, danger of fascism?’, Khamsin 5, 10 July 1978. Esta es una traducción con un breve postfacio de un artículo que Ehrlich había publicado en 1976 en el número 3 de Khamsin (que en aquel momento publicaba en francés Editions Maspero). ↩︎
- Ghassan Kanafani analiza “la rápida aparición de patrones fascistas en la sociedad de los colonos judíos” en The 1936–1939 Revolt in Palestine (New York: Committee for a Democratic Palestine, 1972). Para múltiples usos del fascismo —no sólo en referencia al sionismo, sino también a las autoridades y partidos jordanos y libaneses— véanse también las publicaciones en inglés del Frente Palestino de Liberación Popular y el Bulletin y Democratic Palestine del Frente Popular para la Liberación de Palestina, o el comunicado político de la decimonovena sesión de la “Intifada” del Consejo Nacional Palestino (Argel, 15 de noviembre de 1988): “El Consejo observa con considerable preocupación el crecimiento de las fuerzas israelíes del fascismo y el extremismo y la escalada de sus llamamientos abiertos a la aplicación de su política de aniquilación y expulsión individual y masiva de nuestro pueblo de su patria, y pide que se intensifiquen los esfuerzos en todos los ámbitos para hacer frente a este peligro fascista. Al mismo tiempo, el Consejo expresa su reconocimiento por el papel y el valor de las fuerzas de paz israelíes, que resisten y desenmascaran a las fuerzas del fascismo, el racismo y la agresión, apoyan la lucha de nuestro pueblo y su valiente intifada, y respaldan el derecho de nuestro pueblo a la autodeterminación y a la creación de un Estado independiente. El Consejo confirma sus resoluciones anteriores relativas al refuerzo y desarrollo de las relaciones con estas fuerzas democráticas” (Enciclopedia Interactiva de la Cuestión Palestina, www.palquest.org). Sobre el lugar del nazismo y la destrucción de los judíos europeos en el discurso revolucionario palestino, véase Gilbert Achcar, The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israeli War of Narratives (New York: Metropolitan Books, 2009), 221–243. ↩︎
- Nicos Poulantzas, Fascism and Dictatorship: The Third International and the Problem of Fascism (London and New York: Verso, 2019), p. 17. ↩︎
- Véase James Q. Whitman’s, Hitler’s American Model: The United States and the Making of Nazi Race Law (Princeton: Princeton University Press, 2018). ↩︎
- Albert Memmi, The Colonizer and the Colonized, trans. Howard Greenfeld (London: Earthscan, 2003), pp. 99, 106–7. ↩︎
- Esto no quiere decir que la justificación teológica de las ideaciones etnocidas sea irrelevante. Como ha observado el rabino Jill Jacobs, “sigue siendo habitual que los extremistas israelíes consideren a los palestinos como modernos amalecitas”. En 1980, el rabino Israel Hess escribió un artículo en el que utilizaba la historia de Amalec para justificar la aniquilación de los palestinos. Su título se ha traducido como “Genocidio: Un Mandamiento de la Torá”, así como “La Mitzvah del Genocidio en la Torá”. Las opiniones de Jacobs se recogen en Noah Lanard, “The Dangerous History Behind Netanyahu’s Amalek Rhetoric’, Mother Jones, 3 de noviembre, 2023. Véase también Peter Beinart, “Purim After Hawara’, The Beinart Notebook, 6 de marzo, 2023. ↩︎
- Antony Loewenstein, The Palestine Laboratory: How Israel Exports the Technology of Occupation Around the World (London and New York: Verso, 2023), p. 207. ↩︎
- Véase también Walid Habbas, “Shrinking the Conflict: Debunking Israel’s New Strategy’, Al Shabaka, 6 de marzo, 2023. ↩︎
- Como ha observado recientemente Abeer Butmeh, coordinadora de la Red de ONGs Medioambientales Palestinas “Veremos estos efectos en el suelo, el agua, el hábitat marino, el aire y, lo que es más importante, en la salud humana. En la actualidad, Israel ha cortado los recursos hídricos de Gaza y ésta se ha quedado sin agua potable… Los palestinos viven bajo dos amenazas: La ocupación israelí y el cambio climático… No podemos combatir los efectos del cambio climático mientras Israel tenga restricciones. Como palestinos, estamos intentando encontrar diferentes soluciones para adaptarnos al cambio climático. Como palestinos, tenemos derecho al agua de nuestros propios recursos hídricos. Estamos luchando por conseguirlo. A pesar de todas estas restricciones, seguiremos trabajando para encontrar una solución. Estamos haciendo todo lo posible para lograr la justicia climática en Palestina, pero no hay justicia climática bajo la ocupación”. Yeter Ada Seko, “Israeli attacks worsen Gaza’s vulnerability amid climate change’, Anadolu Agency, 29 de octubre, 2023. ↩︎