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Anular Oslo (2024)

Artículo publicado originalmente en Sidecar, New Left Review (UK)

Por Alberto Toscano, 22 de Marzo, 2023.

Traducción al español y notas de Andrés Cabrera

Anular Oslo

Alberto Toscano*

Cinco meses después del inicio de la campaña genocida de Israel contra el pueblo palestino –un compendio de violencia colonial, desde el bombardeo de servicios de maternidad hasta lo que Raphael Lemkin denominó en su día “discriminación racial en la alimentación”– no han faltado comentarios críticos. Los intelectuales de la diáspora han trabajado incansablemente para contrarrestar la hasbará sionista; sin embargo, cuando se recurre a los palestinos, suele ser para que den testimonio de la brutalidad y la desposesión, no para que ofrezcan sus recetas políticas. Decolonising the Palestinian Mind, de Haidar Eid, publicado a finales del año pasado[1], es una intervención vital en este sentido. El libro se propone revivir la política de liberación palestina articulando una praxis anticolonial transformadora que rompa con las diversas “iniciativas de paz” al tiempo que redibuja “el mapa político (cognitivo) de la Palestina posterior a Oslo”.

Eid enseña literatura inglesa en la Universidad al-Aqsa de Gaza y es miembro fundador del movimiento Boycott, Divestment, Sanctions (BDS)[2]. Es autor de “Worlding” Postmodernism (2014), un alegato a favor de una teoría crítica antiautoritaria de la totalidad anclada en lecturas de Joyce y DeLillo, así como editor de Countering the Palestinian Nakba (2017), una recopilación de escritos de intelectuales estadounidenses, israelíes y palestinos que aboga por un Estado democrático laico. Como parte del escolasticidio impuesto a la Franja –una intensificación de la guerra que Israel lleva décadas librando contra la vida intelectual palestina–, la universidad donde ejerce Eid ha sido eliminada junto con todas las demás instituciones de educación superior de Gaza. Decenas de sus académicos y estudiantes han sido asesinados; todos han sido desplazados y ahora se enfrentan a la hambruna.

Decolonising the Palestinian Mind fue terminado en medio del actual ataque israelí, del que Eid y su familia lograron escapar gracias a su ciudadanía sudafricana. El prólogo, fechado el 26 de octubre, captura la magnitud y ubicuidad de la destrucción: “Estoy de pie sobre las ruinas de una casa en la ciudad de Gaza, oteando el horizonte. Lo más probable es que bajo los escombros yazca el cuerpo de un mártir. El cuerpo de alguien que no pudo responder a una “advertencia” israelí”. En una poética meditación “fuera del cuerpo”, Eid contempla el paisaje pulverizado como desde el punto de vista de un fantasma. Otro prólogo, compuesto en Rafah cinco días después, describe sus esfuerzos por eludir las bombas israelíes con su mujer y sus hijos pequeños, huyendo del arrasado barrio de Rimal, en la ciudad de Gaza, hacia el norte de la Franja, y bajando después hasta la frontera con Egipto. El prólogo concluye reiterando la demanda de un alto al fuego y de “reparaciones e indemnizaciones inmediatas”, así como de un Estado democrático.

Aunque se inspira en la experiencia de Eid de vivir entre bombardeos y bloqueos, el libro no es un testimonio. Es un intento de llevar adelante el proyecto intelectual del Edward Said tardío, inspirándose en sus críticas intransigentes al “proceso de paz” de Oslo[3] y en sus advertencias sobre un Estado desprovisto de soberanía y desvinculado de la descolonización. Oslo, escribe Eid, se ha convertido en un horizonte aparentemente intrascendente para la política palestina, tanto a pesar de su manifiesto fracaso como a causa de él. Su marco ha segmentado a la población palestina –la diáspora de refugiados, los que viven bajo regímenes de ocupación distintos en Gaza y Cisjordania, y los ciudadanos palestinos de segunda clase de Israel– y ha creado un “Bantustán[4] fracturado avalado por la comunidad internacional”. Gaza, escribe Eid, es ahora “la imagen especular de Oslo”: a la vez la condición propicia del desastre actual y la verdadera cara de un proceso de paz que prometió coexistencia pero nunca contempló la justicia ni la reparación. Como nos recuerda Eid, “entre el 75% y el 80% de los habitantes de Gaza son refugiados cuyo derecho al retorno está garantizado por el derecho internacional, un derecho que ha sido totalmente ignorado por Oslo”. En su opinión, “la invasión y el asedio de Gaza fueron producto de Oslo. Antes de que se firmaran los Acuerdos de Oslo, Israel nunca utilizó todo su arsenal de F-16, bombas de fósforo y armas DIME para atacar los campos de refugiados de Gaza y Cisjordania”.

“Oslo” da nombre a una forma de falsa conciencia que aflige a la “intelligentsia asimilada” y a las élites políticas palestinas, que han sido desvirtuadas, cooptadas, convertidas en ONG y corrompidas por el aparato legado por los Acuerdos. Ni la izquierda residual ni la resistencia islamista han conseguido salir de esta jaula de hierro. Incluso Hamás, con su propuesta de una “tregua a largo plazo” (hudna) basada en las fronteras de 1967, ha sucumbido a ella. Para Eid, este bi-estatismo –“el opio del pueblo palestino”– no puede desafiar la lógica del apartheid israelí, ya que implica la reducción de “Palestina” a los actuales habitantes de los territorios ocupados y asediados por Israel. De hecho, respalda “ideas racistas sobre la separación de los pueblos”, cuando la condición sine qua non de la liberación debería ser reunificar al pueblo palestino que el sionismo ha dividido a propósito.

El legado de Said ocupa un lugar destacado en este esfuerzo por desvincular la política palestina de los Acuerdos de Oslo. Eid repasa la disección que el gran crítico hizo del llamado proceso de paz, desde 1993 hasta su muerte en 2003, y secunda su conclusión de que “ninguna negociación es mejor que las interminables concesiones que no hacen sino prolongar la ocupación israelí”. Mirando en retrospectiva a los Acuerdos, Eid se pregunta si

nos hemos visto obligados a soportar horribles masacres, un asedio genocida, la imparable anexión de nuestra tierra, la construcción de un muro de apartheid, la detención de familias enteras y niños, la demolición de cientos de hogares y muchos otros abusos, ¿sólo porque una clase compradora vio la “independencia” al final de un túnel cerrado?

Es necesario volver a la tradición anticolonial de Said, Césaire, Fanon y Biko para contrarrestar un “neonacionalismo” palestino que “embellece la ocupación, respalda la normalización y defiende la solución racista de los dos Estados”, sin tener en cuenta que “niega los derechos de dos tercios del pueblo palestino, a saber, los refugiados y los ciudadanos palestinos de Israel”. Al aceptar tácitamente la existencia de Israel como Estado judío y coordinarse con sus aparatos represivos, escribe Eid, esta ideología neonacionalista se ha convertido en un socio del proyecto sionista. Su única “solución” es dar a una clase política circunscrita los adornos de la condición de Estado (bandera, himno, fuerza policial) y delegar el poder sobre una población fragmentada. Esto significa negar la existencia del pueblo palestino como pueblo y reducir Palestina a la condición de enclave gobernable o ingobernable. La estatalidad, así concebida, equivale a la rendición. Como mucho, un Estado de este tipo concedería a los palestinos una “autonomía” teórica sobre el 22% de su territorio, sin control sobre sus fronteras o reservas de agua, sin derecho al retorno y sin defensa contra el gigante militar israelí.

Eid también comulga con Said en diagnosticar el estancamiento de la clase política en Cisjordania y Gaza. Denuncia la decisión de construir una estructura representativa en condiciones de bantustanización en las elecciones al Consejo Legislativo de 1996, y describe las elecciones de 2006 tanto como un repudio de la lógica política de la bantustanización como una implantación del “virus de Oslo”, incluso entre un Hamás victorioso. Después de 2006, afirma Eid, Hamás desempeñó el papel de “sargento de prisiones” en Gaza: aplicando leyes religiosas ilegítimas mientras apelaba a Estados Unidos sobre la base de un bi-estatismo sui generis. Eid no aborda cómo se destruyó esta especie de distensión el 7 de octubre, ni la gestación de esta operación durante los años de aparente contención. Sin embargo, su evaluación del gobierno de Hamás antes de esa fecha es sombría:

Día tras día, hemos visto cómo esta autoridad ha pasado de la fase de resistencia al asedio, a coexistir con él para, finalmente, alcanzar una fase de aprovecharse de él. Ha creado una nueva clase rentista, improductiva, cuyo capital se basa en el comercio de los túneles (antes de su destrucción por las autoridades egipcias), el comercio de tierras, el monopolio de la comercialización de materiales de construcción, etc. Esto ha ido de la mano de un monopolio sobre la definición de la resistencia, excluyendo la posibilidad de reconciliación con quienes no siguen su ideología.

Eid se detiene especialmente en la incapacidad de Hamás para aprovechar la unidad palestina y la solidaridad internacional tras la guerra de 2008-9 (Operación Plomo Fundido para Israel; Batalla de al-Furqan para Hamás). Al igual que sus predecesores y secuelas, el asalto israelí pretendía crear entre los palestinos la sensación de “que se enfrentan a un poder metafísico que nunca puede ser derrotado”. Sin embargo, Israel no consiguió quebrar el espíritu ni la esencia de la resistencia, declarando un alto al fuego unilateral tras matar a 1.400 palestinos y destruir extensiones de Gaza. Lo que siguió fue, en opinión de Eid, un “aborto de la victoria”, marcado por los vanos esfuerzos por mediar en un gobierno de unidad nacional entre Hamás y Fatah y un compromiso infructuoso con Estados Unidos, alimentado por las falsas esperanzas en la administración Obama. Esto demostró que Hamás había abrazado el fetiche de la estatalidad, reinventando la rueda rota de la “independencia” en lugar de liderar una lucha de emancipación popular.

Eid subraya la necesidad de un camino diferente hacia la liberación, uno “que haga de la des-Osloización de Palestina su primera prioridad” y “se divorcie a sí mismo de la ficción de la solución de los dos Estados o dos cárceles”. Su propuesta consiste en desvincularse de las estructuras políticas de gobierno palestinas, rompiendo tanto con la derecha religiosa (Hamás) como con la derecha laica (Fatah), cuya principal prioridad, argumenta, es su propia existencia política. El programa de Eid implica desmantelar la Autoridad Palestina (AP) junto con el “programa nacional clásico” de la burguesía palestina, y trabajar por la formación de “un Frente Unido sobre una plataforma de resistencia y reformas” mediante la reconstitución del Consejo Nacional Palestino (CNP). Eid se basa en el concepto de Paulo Freire de “viabilidad no probada” (inédito viável), que afirma que los oprimidos pueden utilizar “situaciones límite” para desarrollar prácticas críticas con el potencial de transformar “las condiciones hostiles en un espacio para la experimentación creativa de la libertad, la igualdad y la justicia”. Esto puede sonar utópico dada la intensa hostilidad de las condiciones actuales en Gaza. Pero mientras las potencias imperiales empiezan a ensayar “soluciones” para el día después del genocidio, las alternativas pueden equivaler a una negación permanente de la libertad palestina.

¿Qué ocurre con la izquierda palestina? Gran parte de ella está integrada materialmente en la economía subalterna de la representación política palestina: “La mayoría de los miembros de las oficinas políticas de los principales partidos de izquierda están empleados directamente por la Autoridad Palestina / Organización para la Liberación de Palestina o cobran salarios mensuales sin estar empleados directamente”. Eid afirma que el Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), el Frente Democrático de Liberación de Palestina (FDLP) y el Partido del Pueblo no han sido capaces de plantear un desafío eficaz a la deriva autoritaria de la AP y OLP. Por ello, sostiene que la izquierda debe reconstruirse al margen del actual sistema político palestino, inspirándose en las movilizaciones populares contra la limpieza étnica de los beduinos del Néguev, la Intifada de la Unidad y la resistencia a los desahucios en Sheikh Jarrah. Los principios de este movimiento deben incluir un firme repudio del bi-estatismo; el apoyo a la solidaridad internacional y a las campañas de boicot; la unidad entre los palestinos de Gaza, Cisjordania y la diáspora; el rechazo del neoliberalismo y la revitalización del Consejo Nacional Palestino (CNP); y la voluntad de aprender lecciones tanto de la izquierda latinoamericana como de la lucha sudafricana contra el apartheid. Todo esto requeriría no sólo una política diferente, sino un nuevo mapa cognitivo que “desafíe el espacio recientemente dibujado por Estados Unidos, Israel y sus aliados árabes, el llamado nuevo Oriente Medio”, y en su lugar plantee una “Palestina laico-democrática en el corazón de un mundo árabe democrático”. En otras palabras, exigiría abandonar la fatal presunción de que se puede reparar el legado de la partición repitiendo sus premisas fundacionales.

La intervención de Eid es valiosa por la urgencia de su propósito y la apertura de su perspectiva. Sus propuestas tienen especial resonancia ahora que el fantasma de la creación de un Estado planea sobre los escombros de Gaza. Sin embargo, conviene recordar que el derecho internacional, invocado por Eid para subrayar la injusticia y la criminalidad del apartheid, funciona con la condición de Estado como marco. Una visión de dos Estados establece los términos de las afirmaciones jurídicas de la libertad palestina, como se ha visto en los casos de la Corte Internacional de Justicia que cuestionan la legalidad de la ocupación israelí y tratan de aplicar la Convención sobre el Genocidio a la guerra actual. Uno de los principales retos para cualquier programa político palestino alternativo será navegar por un orden jurídico internacional que proporciona uno de los únicos escenarios para la afirmación legitimada de derechos, al tiempo que deja dichas reivindicaciones expuestas a la captura y domesticación por parte de potencias hostiles, sobre todo de Estados Unidos.

¿Quién es capaz de perseguir semejante visión –una visión que, por citar la frase final de Eid, podría “poner patas arriba todo el panorama hegemónico”? Aunque Eid critica enérgicamente a las formaciones organizadas tanto de izquierda como de derecha, y se centra en los cuadros de base y en el movimiento BDS, no es tan claro sobre el papel de la resistencia armada. Se habla poco de las alas armadas de los diversos partidos y facciones (que no siempre han adherido a las posiciones de sus direcciones políticas), o de los frentes de resistencia popular que surgieron en la Primera y la Segunda Intifadas y que siguen operando bajo diversas formas defensivas, sobre todo en Yenín. Eid formuló su visión de Hamás como “sargento de prisiones” antes del 7 de octubre, pero no es fácil cuadrarla con Tufan Al-Aqsa, un ataque que parecía una anulación deliberadamente irrevocable del statu quo previo. También merece la pena señalar, en contra de la crítica de Eid a la colaboración de la izquierda con la Autoridad Palestina, que el Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) ha unido fuerzas recientemente con Hamás, la Yihad Islámica Palestina y la Iniciativa Nacional Palestina para denunciar el nombramiento por Abbas de un nuevo primer ministro “tecnócrata”, Muhammad Mustafa. Sin embargo, es mérito de Eid que en el momento quizá más sombrío y sin duda el más mortífero de la historia palestina, haya tenido el valor intelectual no sólo de romper con concepciones de paz preñadas de los desastres de la guerra, sino de afirmar una visión anticolonial expansiva de la liberación.


* Alberto Toscano es académico de la Simon Fraser University en Vancouver y codirector del Center for Philosophy and Critical Thought en Goldsmiths, Londres. Sus libros Terms of Disorder: Keywords for an Interregnum (Seagull Books) y Late Fascism: Race, Capitalism, and the Politics of Crisis (Verso) han sido publicados recientemente este 2023.

[1] Haidar, Eid (2024). Decolonising the Palestinian Mind. Inkani Books, Johannesburg. Recientemente, la editorial Verso ha publicado la traducción al español de este libro a partir de su primera edición: Descolonizando la mente palestina. Trad. Lu Barcenilla. La publicación es una iniciativa solidaria de Verso Libros para ayudar en la causa palestina gracias a la editorial india LeftWord.

[2] Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) es un movimiento dirigido por palestinos en favor de la libertad, la justicia y la igualdad. El BDS defiende el sencillo principio de que los palestinos tienen los mismos derechos que el resto de la humanidad. Véase: https://bdsmovement.net/

[3] Refiere a los Acuerdos de Oslo de 1993 o Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional firmados entre el gobierno de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina.

[4] El término Bantustán se utilizó para describir las áreas asignadas a la población negra durante el régimen del apartheid en Sudáfrica, limitando movimiento, derechos y oportunidades económicas de las comunidades negras originarias. Al igual que los Bantustanes, las políticas israelíes han buscado segregar, desplazar y limitar los derechos y movimientos de los palestinos mediante la creación de enclaves separados y controlados. Estos incluyen la construcción de asentamientos judíos, el establecimiento de zonas militares restringidas, y el control de recursos como el agua y la tierra, entre otros.


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