Andrés Cabrera, 29 de abril, 2020
Nuestra historia reciente está cargada de acontecimientos inesperados.
Estallido
En Chile, la chispa que adelantó la llegada de nuestros “locos años 20” fue la movilización de los estudiantes secundarios llamando a evadir el metro en respuesta a una nueva alza en el costo de los pasajes. En tan sólo días prendió la mecha del descontento en Santiago y todo Chile, y junto a ella, nuevamente el sentimiento de malestar y abuso generalizado contra la corrupción de la clase política, contra la indolencia de los dueños de Chile, el robo de agua o las pensiones miserables que han empobrecido la vida de nuestros adultos mayores. Las entrañas del modelo estallaban el 18 de Octubre del 2020 en Chile y la conclusión magistral de ese entonces fue: No son 30 pesos, son 30 años!
Con el país desbordado, Sebastián Piñera declaró la guerra a su propio pueblo, activando el Estado de sitio y desplegando una represión desatada. Las jornadas finalizaron con más de 30 muertos y cientos de mutilados oculares.
Las protestas no obstante continuaron. A cada acción del gobierno le seguía un desborde de la movilización callejera. Con todo, si no pa’ qué! era la consigna.
Con semanas de movilizaciones, la clase política llegó a un acuerdo en el que la derecha tuvo que poner sobre la mesa la quinta esencia de la arquitectura creada por Jaime Guzmán con el fin de contener un estallido inagotable. Y fue así como ofrendó la Constitución de 1980. La presión de las multitudes en las calles fue tanta que estuvieron dispuestos a sacrificar su más preciado artefacto de dominación. Por su parte, las dispersas fuerzas de oposición ratificarían sus propias contradicciones internas, ya que hubo partidos que no estuvieron dispuestos a sentarse en la mesa negociadora.
Para bien o para mal, la primera “batalla electoral” de la era constituyente había quedado fijada para el 26 de abril, y aquello era incuestionable.
Con el transcurrir de los meses, la necesidad de enfrentar el desafío plebiscitario fue asumido por casi todo el espectro político y social. Es allí donde precisamente radicaba la fuerza de la opción por el Apruebo con Convención Constitucional en desmedro del Rechazo. A más participación electoral, más posibilidades de asestar el golpe definitivo a la Constitución de Guzmán. En ese contexto, la derecha se encontraba fracturada entre los que apoyaban o rechazaban cambios a la Constitución, mientras las fuerzas de oposición se alineaban unánime (e inéditamente) tras la opción por el Apruebo.
Vale la pena también recordar que en febrero el fragor de la movilización callejera evidenció un repliegue casi natural, la cual no implicó que se apagaran específicos focos de conflicto desperdigados en múltiples ciudades de Chile. Febrero era nada más que calma que anunciaba la tormenta vaticinada para marzo.
El Festival de Viña fue se convirtió en un espacio de plena politización como nunca antes en su historia, donde la ridiculización de Sebastián Piñera y el apoyo a la nueva Constitución confirmaban que las posibilidades del Apruebo con Convención Constituyente “subían como la espuma”.
Pandemia
En el momento más desastroso para la derecha política y en el más auspicioso para las fuerzas transformadoras, se produjo el arribo y expansión del Covid-19 en nuestro país.
La llegada del coronavirus permitió a Sebastián Piñera un control relativo del escenario político, esta vez apoyado por un Estado de excepción de 90 días que, junto a las normativas sanitarias de distanciamiento social, impide por ahora cualquier tipo de contra respuesta basada en la movilización social callejera, mientras en el parlamento la fragmentación de las fuerzas de oposición deja la “cancha abierta” para que el oficialismo imponga su agenda legislativa.
Este contexto ha llevado a Sebastián Piñera a mostrar un aire casi triunfalista ante el avance del coronavirus, mientras el ministro de Salud Jaime Mañalich se ha transformado en el alfil fuerte que ha hecho olvidar la figura del ex ministro de Interior, Andrés Chadwick.
No obstante el ex número 2 también se las ha arreglado para poner sobre la agenda la posibilidad de atrasar el plebiscito del 25 de octubre en un exclusivo encuentro organizado el viernes pasado por Libertad y Desarrollo y su nueva directora ejecutiva, la cuestionada ex ministra de Educación, Marcela Cubillos.
El exministro “malo” lo dijo el viernes. El actual ministro “bueno”, Gonzalo Blumel, lo ratificaría el domingo en entrevista con La Tercera: “hace todo sentido racionalizar el calendario electoral”. O sea, nos quieren en las filas de los colegios, malls y bancos, más no en las filas de las mesas de votación para ejercer el sufragio.
Con la protesta neutralizada y con el recurso de un Estado de Excepción profundamente centralizado en la figura presidencial, Piñera ha impulsado medidas que se han cubierto de una retórica a favor de las familias y el mundo del trabajo, pero en su mayoría los beneficios han ido a parar a las manos del gran capital. Apoyos focalizados para los de abajo, concesiones y capital fresco para los de arriba.
El ejemplo más emblemático de estas políticas ha sido sin duda la denominada “Ley de Protección al Empleo”, que es sólo una chapa retórica que debería ser llamada “Ley de Protección al Gran Empresariado”.
Es sobre todo el Gran Empresariado el que se ha acogido a esta ley para dejar de pagar el salario de los trabajadores mientras las juntas de accionistas comienzan a definir el suculento reparto de utilidades correspondientes al año 2019, tal como en el caso de Cencosud, perteneciente al multimillonario Horst Paulmann, que suspendió la relación laborales de sus trabajadores y se dispone a repartir más del 80% de las ganancias que ascendieron a más de $150 mil millones de pesos el año pasado.
Por otro lado, la lógica de beneficio focalizado de 50 mil pesos denominado Bono Covid-19 se ha mostrado tardía y completamente insuficiente.
Crisis y desafío futuro: el 25 de octubre
Son estas fracturas las que no pueden ser borradas por los pomposos anuncios comunicacionales de La Moneda, como si el aumento de 10 puntos de Piñera en las encuestas que ellos mismos levantan pudiese eclipsar la enorme desigualdad social que pervive en nuestra país.
Considerando estos antecedentes, no es de extrañar que forzada “nueva normalidad” -criticada desde todos los sectores políticos y sociales- hoy convertida en un nuevo plan de “retorno seguro” termine siendo el condimento necesario para que todo, nuevamente, estalle por los aires en pleno contexto de depresión económica mundial, la cual por supuesto también afectará a nuestro desigual país, disparando los niveles de cesantía, deuda y pobreza.
De cara al 25 de octubre la derecha se rearma, mientras el malestar social se sigue incubando. ¿Logrará transformarse este malestar en caudal electoral en vista al postergado Plebiscito del 25 de octubre, tal como se pronosticaba para el pasado 26 de abril?
El desafío para las fuerzas transformadoras es, hoy por hoy, mucho mayor que el enfrentado hace tan sólo unas semanas.
Disponible en: https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/04/29/crisis-rebelion-pandemia-y-el-desafio-del-25-de-octubre/